Ha generado incredulidad y hasta un hálito de decepción que un centenar de artistas femeninas en Francia se pronuncien en forma muy explícita sobre el criterio de atenuar la punición a los hombres en sus acciones de acoso y agresiones a las mujeres, alegando que la mujer debe asumir su energía y personalidad para confrontar por sí misma estas insinuaciones sexuales; es decir trivializando el delito.
Llama la atención que con esta posición se subestime la inteligencia de la mujer, por la propia mujer, pues deja abierto al pensamiento y a la deducción que las mujeres no estaban actuando para la preservación de su dignidad y capacidad de la elección de la inmediata denuncia y al rechazo personalísimo a esta execrable clase de aproximaciones de raigambre sexual.
Lo expresado por las artistas francesas y su posicionamiento frente a esta gravísima proclividad del hombre a obtener placer sexual por medios violentos y de sometimiento, debilita la posición generalizada de las sociedades, de la aplicación y elaboración de leyes cada vez más draconianas y la erección de una conciencia popular de preservación y protección a la mujer, el ser más importante de la creación.
Ya se produjeron reacciones contrarias a este pronunciamiento y posición de las artistas francesas por las creadoras del concepto de denuncia Me too, que se originó en EEUU, en la meca del cine a raíz de la denuncia de una artista contra el productor judío Weinstein; esto generó una retahíla de denuncias como un reguero de pólvora; la primera denunciante retrucó a sus congéneres francesas, indicando que “han sido sometidas a un lavado de cerebro”, lo que no se delata es por quiénes.
Ahora, pues, podemos comprender cómo las diversas categorías de conocimiento de las mujeres se desprenden de su esencia fundamental de respeto a su decisión en la hora de asentir relaciones sexuales. Ahí radica la preocupación profunda, debido a que se entendió por todo el mundo que la posición de las mujeres era monolítica e indestructible en el tema del acoso, de las agresiones físicas y psíquicas y del sometimiento a las veleidades sexuales del hombre; además que se trabaja en todo el mundo, aunque independientemente pero al unísono, para crear leyes paradigmáticas acordes a la dimensión del problema del acoso (físico y psicológico), violencia y feminicidios.
Se creía que la solidaridad ante este flagelo constituía la sabiduría ordenadora de la mujer y la forma cómo pueden reconciliarse las diferencias, frente a una latente vicisitud y peligrosidad que asume la dimensión de preservar la vida.
Esta desmarcación de un grupo de artistas francesas no puede significar nada más que una pretensión de salir a la palestra ante un tema que es ecuménico para obtener prensa; ojalá nada más sea, ante un horizonte de constantes e innumerables agresiones, violencia y asesinatos contra las mujeres, entendiendo que no se puede trivializar el delito que ocasiona fisuras irreparables a la sociedad en general y una dudosa plena recuperación a las miles de víctimas en el mundo.
El autor es abogado, posgrados en Arbitraje y Conciliación, Interculturalidad y Educación Superior, Filosofía y Ciencia Política (maestrante), doctor honoris causa, escritor.
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