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2018: La agonía del socialismo del Siglo XXI

Hernán Maldonado

Hugo Chávez, a quien el antisemita y neofascista argentino Norberto Ceresole le metió en la cabeza ideas locas, nunca llegó a elaborar y menos demostrar en qué consistía el “socialismo del Siglo XXI” que puso en marcha sangrienta y demagógicamente en Venezuela.

Si el déspota no hubiera contado con los multimillonarios dólares producto del alza de los precios del barril de petróleo que en una década pasaron de $12 por barril a $145 d/b, apenas hubiera llegado a 5 años en el gobierno.

Pero con la catarata de dólares el militarote compró lealtades nacionales e internacionales urgido, como estaba en su ambición, de erigirse en líder mundial. El cáncer y la baja de los precios del petróleo, le mostraron su cara más fea en sus últimos tiempos de presidente.

Testigos que estuvieron en su lecho de enfermo en una privilegiada clínica de La Habana, le escucharon clamar a los médicos para que no lo dejaran morir porque, aun en las puertas de lo inevitable, creía que no había concluido su obra. Nunca imaginó que fruto de su demagogia, su gente escarbaría estos días en la basura en busca de alimentos.

Cuando los dólares se acabaron, el SSXXI empezó a desaparecer y sus más fervientes impulsadores perdieron el chivo y el mecate en Argentina, Brasil, los dos más influyentes países del cono sur, mientras se desvanecían los entusiasmos chavistas en Perú, Colombia, Uruguay, Paraguay y Chile.

Ecuador empezó a darse cuenta de la demagogia del chavista Rafael Correa y ahora con Lenín Moreno ha empezado a enderezar el rumbo frente a los corruptos y demagogos. El SSXXI en los últimos años quedó confinado a los países-islas del Caribe, a los que Chávez mantenía dándoles petróleo subsidiado a cambio de su voto en la OEA.

Detrás del sátrapa, estaba siempre la mano de Fidel y Raúl. Ellos le enseñaron como “gobernar”, encubriendo la narco-corrupción, apoderándose de instituciones básicas como el Registro Civil, las aduanas, la Justicia, las fuerzas de seguridad y de contrainteligencia. Todo lo que los Castro hicieron con sus opositores, Chávez lo hizo con los suyos. Sobornó, infiltró, apresó, desterró, persiguió, mató, juzgó, dividió…

Por eso es que la oposición venezolana, que el 2017 fue capaz de movilizar a millones en las urnas y en las calles, acaba el año más muerta que viva y el chavismo apunta a perdurar, por más que el pueblo padezca por falta de alimentos y se esté muriendo sin medicinas. La Navidad más triste de su historia acaba de sufrir. El régimen, escaso de divisas, incumplió su promesa de regalar pernil a los pobres y éstos salieron a las calle a reclamar. Da tristeza ver que la lucha es por tan poca cosa y no por la libertad. El castrochavismo ha quitado el alma al venezolano. ¿Dónde quedó el “bravo pueblo glorioso” de su himno?

La receta castrochavista está reproduciéndose estos días en Bolivia en medio de la ambición de Evo Morales de perpetuarse en el poder, pese a que el 21 de febrero de 2016 el pueblo le dijo ¡NO! en histórico referendo. Pero no solo eso, sino que acaba de aprobar un Código Penal draconiano que, con el estilo cubano, hasta criminaliza las protestas.

Los médicos luchan contra el tremendo cáncer que amenaza con matar la democracia boliviana y estuvieron en huelga por más de 40 días. Paulatinamente se les fueron uniendo otros sectores y el régimen del líder cocalero tendrá que ceder porque se le está empezando a incendiar la pradera.

En Venezuela renacieron estos días las protestas callejeras con la excusa de haber faltado el pernil prometido, aunque en el fondo se nota que lo que la gente quiere es que termine la pesadilla chavista y su maldito SSXXI. Y si acaba en Venezuela, acabará en Bolivia. Amanecerá y veremos.

El autor es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.

 
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