Si S. E. no da un paso al costado y desiste de su cuarta candidatura consecutiva, puede estar seguro de que le esperan dos años infernales en el gobierno y ninguna seguridad de que sea reelegido el 2019. Tiene que comprender S.E. que la convulsión actual, que se extiende por todo el país con excepción del Chapare, no se debe solamente al artículo 205 del Código Penal, ni a los otros artículos tampoco. La convulsión actual, que puede tomar un camino de subversión, responde a que los bolivianos están exigiendo el respeto a la democracia, al referéndum del 21-F y su repudio a la intolerable y forzada prevaricación que cometió el Tribunal Constitucional (TC) para haber dado curso al capricho de S.E. para aferrarse al poder eternamente.
Solo un ciego no podría observar que tanto S.E. como el MAS han perdido gran parte del favor popular que lo mantuvieron hasta las últimas elecciones generales del 2014. A partir del célebre 21-F, pasando por las elecciones judiciales del 3 de diciembre pasado, el régimen ha ido cayendo en picada, aun cuando el círculo privilegiado de palaciegos engañe a S.E. diciéndole que sin él Bolivia no tiene futuro. Sabemos que S.E. carece de formación y cultura, pero de lo que estamos seguros es de que se trata de un hombre intuitivo, que presiente, que huele el éxito o el peligro. Salvo que tantas alabanzas de su entorno y la maquinaria propagandística le hayan nublado su percepción atávica.
En Bolivia y en todas partes del mundo los gobiernos se desgastan. Se desgastan hasta los grandes políticos. Churchill, vencedor durante la Segunda Guerra Mundial, cayó del poder semanas antes de que Alemania se rindiera. Su sucesor recibió los honores que le correspondían a él. ¿Por qué no se va a haber desgastado S.E. luego de 12 años sin ganarle la guerra a nadie, plagado de errores lamentables y de emprendimientos truncados? ¿Además de las persistentes y justificadas acusaciones de corrupción contra su mandato?
La revolución “democrática y cultural” se ha agotado sin haber logrado ninguna de las metas que se trazó, una de las cuales era igualar a Bolivia con Suiza a corto plazo. Bueno, eso desde el comienzo sonó a broma y hay que dejarlo pasar como lo que fue. Pero de forma bochornosa dilapidó miles de millones de dólares que se esfumaron en los meandros del latrocinio oficialista más descarado y de la ineficiencia gubernamental en sus inversiones. Ni siquiera la “reserva moral” de la nación, que eran los indígenas, se salvó de pringarse las manos con millonarias estafas como las del Fondo Indígena o como los oscuros y secretos negocios cocaleros.
Para colmo, ahora resulta que el MAS pese a tanto desbarajuste dice que sin S.E. Bolivia no sería viable. ¿Pero qué idiotez es esa? ¿Qué genio extraordinario posee S.E. para que el país se hunda sin su sabiduría? ¿O son tan estúpidos y lambiscones quienes lo afirman? La gestión de S.E. está agotada desde que cayó el precio del gas. Se terminaron los millones y se agotó la genialidad. Seguirán diciendo que Bolivia es la nación con mayor crecimiento económico en Sudamérica, pero sigue siendo nomás la más pobre, por debajo del creciente Paraguay. Seguimos siendo miserables aunque la propaganda oficialista diga lo que quiera.
Es obvio que yo no soy nadie para darle consejos a S.E. y tendría toda la razón. Por el contrario no he hecho otra cosa que escribir, durante todas las semanas, desde hace 12 años, en El Deber, EL DIARIO, El Día, La Tercera de Chile…, que este es el peor gobierno que habríamos podido tener. Pero me atrevo a aconsejarle a S.E. que dé un paso al costado, que desista de su cuarta candidatura, y que llegará más o menos sobreviviendo al final de su período. Si no lo hace, tendrá por delante dos años infernales.
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