La ciudad de La Paz se ha convertido en últimos tiempos en un inmenso “mercado persa”. Muchas calles y avenidas, desde las centrales hasta las de barrios alejados, están saturadas de pequeños comerciantes que venden toda clase de artículos, desde relojes, celulares, fósforos, fruta, pan, refrescos, pasankalla, maní, etc. Se suman a ese problema malabaristas, músicos, mendigos y hasta delincuentes. Todas las vías están atestadas de vendedores que han encontrado en esa actividad la solución para sus problemas económicos, aunque fuese para sobrevivir un día.
Ese fenómeno se presenta desde hace años, pero últimamente ha adquirido velocidad y agresividad de tal intensidad que pareciera que ya es imposible detenerlo y terminará haciendo de la ciudad de La Paz un gigantesco mercado de productos de mínima cuantía y, finalmente, se llegará al extremo de que habrá más vendedores que consumidores, como ya sucede.
Miles de miles de pequeños comerciantes han invadido todo el centro de la ciudad de La Paz, la que ya es un gran “miamicito”, prolongación del que existía en la zona norte de la ciudad. Comerciantes de esa naturaleza se han establecido en las aceras de El Prado, en la misma Plaza Murillo y calles adyacentes. Inclusive se han establecido en las puertas del Palacio de Gobierno, a vista y paciencia del presidente Evo Morales, el Ministro de Economía y la Alcaldía. También campean en las puertas de la Prefectura y la Catedral.
Lo más notable es que estos antiguos y nuevos vendedores a granel tienen sus puestos establecidos con autorización de la Alcaldía, que les cobra impuestos con los que sobrevive. Con esas ventajas siguen extendiendo su radio de acción y solucionan su sobrevivencia. Un dato importante: casi todos esos vendedores callejeros ofrecen productos chinos, como lo hacen vendedores ambulantes que pululan en calles y avenidas.
Está por demás entrar en detalles. La población padece a diario por ese asunto. Pero lo que hay señalar es que el aumento en progresión geométrica de los vendedores callejeros es efecto lógico del desempleo en que se encuentra esa gente que, desesperada, se ve obligada a encontrar una forma de trabajo que le permita saciar el hambre de su familia y el suyo propio. Las causas son la crisis económica del país, falta de fuentes de trabajo, etc., problemas que no tienen solución y que se van agravando hasta convertir la sede del gobierno en un mercado de miles de pequeños comerciantes que, organizados en poderosos gremios, se convierten en una fuerza económica capaz de imponer sus reclamos con enorme poder político. Tal situación, por supuesto, tiene sin cuidado a los gobiernos nacional y municipal.
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