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En vista del creciente cierre nacionalista del mundo desarrollado, cuya génesis quizá esté en el Oriente Medio y en particular en el nacionalismo excluyente de EEUU, hoy enarbolado por el gobierno del polémico presidente Donald Trump y su afán de bilateralismo (dividir es conquistar), además del antilatinismo de los millones de estadounidenses anglosajones protestantes que votaron por él. Y en vista también de la metódica indiferencia del gobierno estadounidense ante la tragedia de Puerto Rico, a más de la decisión de expulsar de EEUU a 200.000 salvadoreños, más el afán de hacer una pared en la frontera con México que dizque “la pague México”… habría que ser tonto, ciego y sordo para no darse cuenta de que el vendaval político-económico-social del norte es, pese a la gran cantidad de estadounidenses que piensan menos nacionalistamente, pero que por desgracia están desorganizados y sin el cuantioso tesoro económico de los derechistas-racistas que están en el poder, ese vendaval del norte, decía, es una señora pauta nítida y contundente de que los latinoamericanos estamos frente a una disyuntiva única para destacar, de una vez por todas, que la unión hace la fuerza… y que la integración político-económico-social de América latina es una necesidad coyuntural que hay que aprovechar porque el país del norte nos la está espetando en bandeja.
Ahora, del cierre nacionalista estadounidense urge exceptuar diamantinamente a los que no votaron por Trump, que incluye la sexta economía del mundo, que es el estado de California. Es que no se trata solamente de EEUU y su actual gobierno. El periódico de Munich, Alemania, Süddeutsche Zeitung, comentó recientemente que “el mundo está enfrascado en Trumpismo, populismo y vulgarismo, y que la alternativa no se muestra visible aunque en Alemania quizá todavía sea Merkel”. Veremos. Según el HoffPost, Juan Notaro, Presidente Ejecutivo de Fonplata, comentó recientemente que “El cierre del mundo desarrollado es una oportunidad para la integración de América Latina”. Europa da la pauta: el presidente Emmanuel Macron, en visita reciente a China, habló de una mayor integración comercial entre Europa y China, ¡ojo! no solamente Francia y China.
Los presidentes latinoamericanos deberían procurar una integración latinoamericana con el mundo. Lo políticamente integrable hay que realizarlo socio-económicamente ya nomás. Enredarse en el tema como ocurrió en los años 1960 y la afamada, pero miope, “sustitución de importaciones” debe servir de pauta y modelo de cómo iniciarlo hoy sobre una base política y no sobre lo económico que debe ser el resultado del acuerdo político y no al revés. En aquella época la “guerra fría” era prioridad de muchos que hablaban de integración como algo quimérico. Hoy es una obvia necesidad si a la larga queremos pervivir libres, como lo canta cada uno de nuestros himnos nacionales.
Para empezar y cuanto antes es necesario aumentar el comercio entre los países latinoamericanos y para eso necesitamos más carreteras y ferrocarriles, respetando las reservas forestales irremplazables, además de flotas mercantes, puertos y aeropuertos donde mejor convengan al comercio continental. Por donde pasen mejorarán la vida y el poder adquisitivo de los habitantes. Los nacionalismos limitantes no sirvieron ni sirven. Menos los izquierdismos que se tropiezan en su propia sombra. La geopolítica y la geo-economía libres de trabas son primero.
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