Álvaro Numbela T.
Después del manejo absoluto del Poder de Estado, los integrantes del gobierno admiten que las manifestaciones que se suceden en Bolivia son “pacíficas y legítimas”. Entonces, ¿qué se tiene que hacer?...
LA TERRIBLE CUESTIÓN
Las manifestaciones legítimas continúan en La Paz, en El Alto, en Cochabamba, en Santa Cruz, Sucre, Potosí, donde se aplaude abiertamente las declaraciones patrióticas de valientes ciudadanos, como la del corredor Leonardo Martínez. El escándalo es creciente, donde continúa la viveza de quienes insisten en echar flores a quienes simbolizan la real personalización del Poder de Estado, sin advertir mínimamente que de nada sirve decir: que se ha presionado a las organizaciones a “punta de alcohol”. Luego manejar y hostigar a Bolivia para que se levante contra los llamados grupos de derecha, contra el imperio, mostrando como víctima de la discriminación racial al presidente Evo Morales, cuando se reprime a universitarios y se molesta a los medios independientes de difusión.
Los paros de Santa Cruz, Cochabamba y La Paz, las movilizaciones de Consejo Nacional de Defensa de la Democracia (CONADE), representan una seria advertencia contra el ego de una persona que intenta compararse con los grandes líderes de la política mundial, ¿tal vez con Ángela Merkel?, ¿Soraya Sáenz de Santamaría?, ¿o el propio Vladimir Putin?
LA CAPACIDAD DE RESPUESTA
En tal panorama que se configura casi de manera normal, falta algo elemental, no solamente hacer bien las cosas, sino apegarse a la ley. En efecto, el Art. 172 MANDA: no solamente “cumplir y hacer cumplir la Constitución”. El Soberano también ESTABLECE presentar el plan de desarrollo económico y social a la Asamblea Legislativa Plurinacional.
Consecuentemente, con la gente destacada que se tiene en el gobierno de 2018, no sería un milagro reunirlos y confiarles a los gobernantes la tarea de utilizar el Poder de Estado para hacer de Bolivia un gran proyecto, juntos y unidos. No dudamos que el trabajo sería peliagudo, pero sería una labor muy efectiva que los servidores públicos harían por el más grande amor a Bolivia.
Vemos ahora que los movimientos sociales son radicales. Se consolidan y modifican sus posiciones, buscan alianzas y se organizan, adaptando sus actitudes a las circunstancias, de tal manera que ellos mismos cuidan que la violencia no cunda. Esta concurrencia de la que doy cuenta, afortunadamente no es la imagen brutal de gladiadores que se enfrentan; al contrario, conviene evocar -antes que nada- las figuras sabias de un ballet, donde la coreografía obedece a reglas que guardan relación con el exquisito gusto de los artistas.
Finalmente, el Estado es el regulador de los enfrentamientos sociales. Frente a sus adversarios resiste y puede endosar sus exigencias, como la que apreciamos con la admisión espontánea que hace el Ministro de Gobierno, cuya mayor recompensa es lograr hablar en nombre del Estado y tener autoridad, gracias a las reglas de Derecho.
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