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[Raúl Alcázar]

Agente Hicks. La invasión chilena a Antofagasta

I

De cerca de 1.85 m., rollizo, provisto de una enorme nariz, ataviado con el almidonado ropaje de la época, George Hicks era un gentleman en medio de las arenas del desierto de Antofagasta. Natural de Newquay, condado de Cornwal, sudoeste de Inglaterra, educado en minería en la academia de Drakes en St. Austell y Cornwall. En 1859 se trasladó a Norteamérica para desempeñarse en manejo de explosivos. Después de 1868 fue contratado en Iquique para trabajar en la Compañía Gibbs en guano y salitre. Años más tarde la Compañía lo desplazó a Antofagasta para hacer un trabajo de evaluación y como supervisor de la salitrera Salar del Carmen de la Compañía Melbourne Clark.

“War Hicks”, como le apodaron sus compañeros, secretísimo “agente reservado” de las “Oficinas de asuntos de Ultramar”, fue sin duda el impulsor natural en Atacama de la Guerra del Pacífico, por efecto de la “influencia del imperialismo inglés, decimonónico y la expansión colonial chilena” (Alonso Barros, Revista de Antropología Experimental, Universidad de Jaén -2003).

Su misión: Desencadenar la guerra entre Bolivia y Chile.

LA “SOCIEDAD LA PATRIA” Y EL ANCLA INVERTIDA

Furibundo racista y xenófobo, fue enemigo declarado de Bolivia, directivo de los clubes “Reformista” y “6 de Agosto” (que después de la guerra se llamó “Del Comercio”), promotor de la iniciativa chilena de “la ciudad letrada”, que impulsó la escritura en lugar de la oralidad de las tradiciones aymaras (Isaac Arce – Narraciones Historia de Antofagasta, 1930).

Bombero de la ciudad, alto miembro de la “Sociedad de Socorros Mutuos La Patria”, una especie de logia lautariana fundada por Enrique Villegas (cónsul de Chile en Antofagasta 1877, quien fue el primer ciudadano que obtuvo una concesión para llevar agua dulce a Chile, desde los manantiales del Silala) “y que desde donde se promovió fervientemente el separatismo y la integración de ese territorio a la soberanía chilena, para luchar contra la opresión y abusos de las autoridades bolivianas” (Francisco Machuca - Las 4 campañas de la Guerra del Pacífico – Valparaíso, 1926).

George Hicks era el virtual “gobernador” de la comarca. No había asunto que no pasare por sus manos. Presente en “La Chimba” desde antes de que fuera rebautizada por Melgarejo como Antofagasta (pueblo del gran salar), en cuya fundación estuvo presente en octubre de 1868. Solterón empedernido, de corbata de lazo y chaleco, calzados Oxford y “galochas”, recorría el puerto y la línea férrea provisto de un silbato de contramaestre y banderolas marinas en mano, custodiando “su” pueblo como un perro guardián. (Alfonso Barros - Revista de Antropología Experimental).

Su influencia era tal, que se tomó la libertad de diseñar el trazo y el ancho de las calles de la ciudad en 20 varas. (Isaac Arce, Narraciones históricas de Antofagasta, 1930). En 1868 ordenó pintar un ancla en el cerro moreno recalcada con cal, como divisa y señal para los barcos que surcaban las aguas de la bahía y que traían materiales para la construcción de la oficina salitrera de la ciudad. Por medio de esa señal, los capitanes de las naves podían orientarse y encontrar el puerto. El ejecutor (Clavería) entendió mal las instrucciones de Hicks y la pintó invertida. Aun hoy, el ancla invertida es un símbolo de la ciudad. (Kety Farandato - Antofagasta y su ancla, Feb. 2006).

EL ALUMBRADO PÚBLICO

El consejo municipal de Antofagasta (a la cabeza de ciudadanos chilenos) el 17 de febrero de 1878 dispuso un impuesto adicional para cubrir los gastos del alumbrado público, y la “Compañía de Salitres” se negó a pagar. El comisario municipal Pedro Astorga (súbdito chileno) se constituyó en la casa Hicks el 22 de octubre de 1878 y le conminó a pagar, y éste se negó.

Hicks corrió al consulado chileno en busca de protección, “debo confesar que me hervía la sangre y extremé las cosas dirigiéndome al cónsul chileno”, escribió. El cónsul de entonces, Salvador Reyes, le aconsejó abonar el pago, pero emitió una enérgica nota al prefecto boliviano Severino Zapata: “El señor George Hicks se encuentra en mi casa y ha solicitado mi protección por encontrarse víctima de atropellos injustificables por parte del municipio”. (Manuel Ravest - La compañía salitrera y la ocupación de Antofagasta – Santiago, 1983).

Al día siguiente, el prefecto le respondió: “Señor Cónsul: Deploro la odiosa controversia entre la municipalidad y el Sr. Hicks… a consecuencia de haberse negado a satisfacer la contribución para el alumbrado público... debo limitarme a decir que no puedo mirar como legal el derecho de extraterritorialidad que pretende asumir su consulado para proteger al Sr. Hicks, no puede ejercer legalmente el privilegio diplomático que pretende… menos aun en materia civil…. por la mínima cantidad de 150 pesos que el Sr. Hicks no quiere pagar”. (Ahumada Moreno Pascual - La Guerra del Pacífico - Tomo 1).

 
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