Industria muy pesada

Doce años después de haber comenzado a gobernar y de haber destinado más de US$ 2.000 millones en proyectos industriales que no funcionan, el presidente Evo Morales anuncia que su gobierno, ahora sí, buscará industrializar el país de veras.

PETRÓLEO ORO ZINC Las compras de futuros de petróleo están en su nivel más alto de la historia. Esto quiere decir que los compradores, ya sean consumidores o especuladores esperan que el precio del petróleo siga subiendo. El precio llegó a niveles de 2014 gracias a un anuncio de la Agencia Internacional de Energía que muestra una fuerte caída en las reservas almacenadas de Estados Unidos. La posibilitada del cierre absoluto de las producción venezolana no se descarta. La cotización del oro en lo que va de este 2018 se ha elevado en 13 de los 19 días hábiles. El precio se fortalece a gracias a la debilidad reciente del dólar. Los inversionistas parecen optimistas de que el oro se mantendrá por encima de los 1.300 dólares la onza durante todo el año. El secretario del tesoro de Estados Unidos dijo públicamente que la economía de su país se beneficiaría de una reducción en el valor de su moneda el mercado lo tomo como una señal. En un informe de Wood Mackenzie, la combinación de cierres programados de operaciones mineras, la estrategia de Glencore de reducir la oferta y las modificaciones regulatorias chinas sobre el zinc han resultado en una escasez que podría durar hasta fin de año. Según el informe, en 2017 las reservas almacenadas de zinc cayeron en 33% hasta alcanzar 1,8 millones de toneladas o el equivalente a 47 días de consumo. Se espera el el precio llegue a 1,8 dólares.

La planta de urea de Bulo Bulo (US$ 953 millones), la planta separadora de Yacuiba (US$ 700 millones) y la planta de Río Grande (US$ 260 millones), entre otros proyectos igualmente millonarios, muestran que los criterios aplicados hasta ahora para industrializar el país han sido equivocados.

Por lo tanto, hay que esperar que esta nueva ola del impulso industrializador sea emprendida con criterios diferentes, porque el país no puede seguir destinando tantos recursos en proyectos mal diseñados, peor ejecutados y que sólo endeudan a Bolivia.

Por el momento, el Gobierno anuncia que ha decidido aumentar la deuda externa con un préstamo chino por US$ 350 millones para lanzar, esta vez sí, de veras, el proyecto de explotación del yacimiento de hierro del Mutún, para que de esa manera Bolivia ingrese, muy tarde respecto de los cinco vecinos, en la era siderúrgica. El criterio es que si la hindú Jindal Steel & Power elegida hace ocho años no sirvió, quizá alguna empresa china tenga alguna idea del hierro.

Y se ha anunciado que, también ahora sí, después de ocho largos años de demora y de US$ 300 millones invertidos, avanzará el proyecto del litio en Uyuni. Los expertos masistas que estuvieron a cargo del proyecto acaban de levantar las manos de su idea de avanzar sólo con tecnología propia, que sea creada por expertos salidos de las filas del partido de gobierno. Se demoraron mucho en comprobar que la tecnología no puede ser creada de la nada y ahora han decidido contratar a una empresa extranjera que traiga su propia tecnología, a la que el Estado boliviano dará un máximo de 49% de las acciones. Es probable que la empresa extranjera que sea elegida no acepte un directorio donde tengan la última palabra los “expertos” masistas.

Al final, la idea de lanzar la industrialización del país quizá consista en enmendar, o tratar de enmendar, los proyectos lanzados hasta ahora con tanta mala fortuna. Trasladar la planta de Bulo Bulo a Puerto Suárez podría ser una parte del plan, y vender la planta de Yacuiba a algún país que sí tenga gas natural para usarlo como materia prima.

En cuanto al Mutún, lo que se debe establecer es si existirá el gas suficiente para hacer funcionar los hornos: unos 6 millones m3/d de gas, según calcularon los técnicos de Jindal. Y eso ya es un imposible.

La industrialización del gas fue una posibilidad cuando Bolivia tenía gas ahora las condiciones han cambiado.

YPFB quiere ocultar la realidad sobre la caída en la producción de gas natural, y está ahuyentando a las empresas especializadas en medir las reservas, poniendo condiciones inaceptables.	Pero al mismo tiempo está contratando a dos centenares de empleados para las cuatro oficinas que quiere abrir en Argentina, Brasil, Perú y Paraguay para ofrecer el gas que no existe.