Periódicamente, Naciones Unidas muestra preocupación por el incremento de la pobreza en el mundo, un sentimiento que es compartido especialmente por los países del Cuarto y Tercer Mundo, que son los que más padecen las consecuencias de la extrema pobreza. Este mal ataca especialmente a naciones del Cuarto Mundo, que no encuentran alivio para los extremos que sufre su población. La mayoría de esos países vive de la “comprensión y ayuda” de países que cuentan con dinero y tecnología, bienes que podrían aliviar el hambre y suprimir muchas enfermedades que afectan a comunidades íntegras.
Biafra, en la historia de la humanidad, es muestra de lo que ocurrió especialmente en el año 1968, cuando por día morían miles de personas y muy especialmente niños; muchos de los recién nacidos no podían contar ni siquiera con la leche materna, ya que senos flácidos no podían ofrecerles alimento alguno. Y esas madres solo esperaban que los niños mueran, como medio para no sufrir. Desde ese año prácticamente no hubo paliativos para la extrema pobreza que, en muchos sitios del planeta, se acentuó mucho más. Alimentos y medicamentos que proporcionan en calidad de donación tanto Naciones Unidas como muchos países ricos y desarrollados resultan simples paliativos que, muchas veces, resultan motivo de luchas tribales, especialmente en el continente africano.
Para los países pobres lo ideal sería que las ayudas que son escasas, comparadas con las múltiples necesidades de poblaciones siempre muy urgidas, sean cambiadas por inversiones de capitales financieros, tecnología y capital humano para conformar grandes centros de producción y trabajo que permitan a esos pueblos producir siquiera parte de lo que necesitan. Para esos pueblos rige el principio chino: “Gracias por las ayudas, pero esos pescados que se nos da podríamos pescarlos nosotros; entonces, ayúdenos a tener medios para pescarlos”.
Ante los clamores de la humanidad, algunas naciones proporcionan ayudas al mundo pobre, mientras otras lo que hacen es fabricar armas para suprimir la vida. Capitales y tecnología que se gasta para fabricar armas y perfeccionarlas podrían servir para suprimir la pobreza en el mundo; pero más puede la soberbia de los armamentistas que prefieren “hacer la guerra para asegurar la paz” (paz de los cementerios). Es una forma de engaño a los pobres, cuando bien se podría suprimir grados extremos de hambre, enfermedades y muchos otros males hasta con la cuarta parte de lo que se destina a las armas y mantenimiento de ejércitos que nadie los necesita porque resultan lastres que agravan los males existentes en el orbe.
Naciones Unidas tendría que abocarse a campañas en pro de la paz, pero partiendo del principio de que sólo combatiendo a la pobreza será posible el logro de la paz.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |