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[Armando Mariaca]

Una oposición dispersa no es garantía para el pueblo


Hay inquietud y preocupación en la colectividad tanto por la falta de gestión y debida administración del país por parte del gobierno, como por la conducta que muestran los diversos grupos de oposición política que no muestran intención alguna de lograr unidad, que solamente critican y no aportan ideas y criterios para la solución de los problemas que aquejan al país. Los últimos meses han sido muestra contundente de que la unidad, en pro de los intereses del país, es posible porque es el pueblo que, sin intervención político-partidista alguna, se ha unido y exigido que el gobierno abrogue la Ley del Código Penal aprobada por consigna por el Poder Legislativo.

Esa unidad del pueblo ha exigido también que el gobierno y su partido respeten y acaten los resultados del Referéndum del 21 de febrero de 2016 que, en sus resultados mayoritarios, expresó una negativa a que se cambie el artículo 168 de la Constitución con miras a favorecer una nueva repostulación del actual Primer Mandatario.

Frente a esa unidad y exigencia del pueblo hay en el gobierno el criterio de que las marchas, manifestaciones y actitudes contrarias al régimen y su administración tienen la finalidad de “complotar contra el Presidente” o defenestrarlo e impedir que concluya su mandato a principios del año 2020, luego de las elecciones de diciembre de 2019. La mayoría del pueblo no exigió al Presidente que renuncie; al contrario, existe el criterio de que debe cumplir su gestión cumpliendo democráticamente con la Constitución Política del Estado.

Lo preocupante en la colectividad es que cuando se habla de una oposición, automáticamente surge la pregunta: ¿Cuál oposición? Y la respuesta inmediata es que no hay confianza en quienes figuran dispersamente como partes de una oposición conformada por politicos que está muy lejos de practicar la virtud de la unidad, de tener un solo pensamiento en relación con el comportamiento del gobierno y sobre lo que debería ser una administración que permita, en dos años para el inicio de un nuevo régimen gobernante, corregir siquiera en parte lo mal hecho en 12 años, mejorar lo bueno y examinar qué es lo que debería hacerse en el tiempo que le resta al actual régimen.

¿Qué puede hacer y esperar la comunidad nacional con una oposición dispersa que no aporta nada; que no muestra intenciones de preparar un programa en base a la unidad? ¿Qué se puede esperar de una especie de competencia entre posibles candidatos a la presidencia de la República? ¿Qué esperar de aportes por parte de quienes, figurando como “parlamentarios de oposición” en el Legislativo, andan divididos y confrontados algunos de ellos? ¿Hasta dónde es posible confiar en quienes, en la práctica diaria lo único que hacen con su conducta de división y desacuerdos es hacerle el juego al único candidato del MAS que busca una nueva postulación?

Que hay consenso general, en esa oposición dispersa y mucho más en la colectividad nacional -excepción de los componentes del partido de gobierno y sus simpatizantes y militantes- que deben respetarse los resultados del Referendum del 21 de febrero, que el Sr. Evo Morales no puede ser reelegido porque, de hacerlo, sería vulnerando la Constitución y la voluntad soberana del pueblo. Hay convicción de que es necesario que haya alternabilidad en la conducción del gobierno; que hay seguridad de que el sistema democrático vigente no debe ser debilitado ni mellado en forma alguna.

Así los hechos, se vive con una oposición política que, por su propia conducta, ha resultado ser inútil, sin coherencia ni unidad alguna, donde cada uno de los protagonistas se cree síntesis de la infalibilidad, de la mayor sapiencia, de contar con los atributos y virtudes necesarios y únicos para gobernar el país; además, que cuentan con el favor y apoyo de mayorías que cada uno siente sólo como ilusión.

La verdad es que si quienes dicen estar en la oposición no se unen, no configuran un grupo político homogéneo, férreamente coherente con mucha vocación de renunciamiento y muestran conciencia de país y vocación de servicio, no puede creerse en la existencia cierta de una oposición, especialmente mientras no sigan el ejemplo de unidad que el pueblo ha mostrado en estos días.

Políticos que aisladamente conforman la oposición parece que no quieren ni pueden ni tienen la voluntad, ni piensan en que desunidos, desarticulados, dispersos y hasta contrarios entre sí nunca lograrán nada; no pueden entender que sólo teniendo unidad, donde primen realmente la conciencia de país, la vocación de servicio y la responsabilidad pueden conseguir resultados positivos sea para alcanzar la Presidencia o para conformar un Poder Legislativo fuerte, dinámico, participativo, productivo, coherente y responsable. Lo demás, como la desunión y muestras de intereses creados, sólo acarrearán que gane el contrario y que cualquier buena intención -albergada al calor de falsas ilusiones- no llegará a los objetivos anhelados.

 
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