Desde la tierra
Al inicio del año, Álvaro García Linera declaró en un programa televisivo que fue “a la cárcel para que un indígena fuese presidente de Bolivia”, frase que repite con matices en diferentes oportunidades. También se autodescribió como hombre de lucha, “soy de primera línea, no de retaguardia”.
¿Será que las acciones del EGTK pudieron más que las movilizaciones del pueblo boliviano y su derrotero diferente al de otros países con poblaciones de origen precolombino mayoritarias, como Perú, Ecuador o Guatemala? ¿Cuál es la historia de las conquistas sociales nacionales: es obra de iluminados o es más bien el resultado de acciones colectivas?
Su propia biografía lo revela como persona detrás de los hechos y no como portaestandarte, ni en protestas ni en marchas ni en las grandes movilizaciones colectivas de los años noventa. Ocupó primera línea en la pantalla chica, tanto que en el 2002 pegaron afiches con su rostro en la Universidad Mayor San Andrés presentándolo como “¿Intelectual mediático o vedette de la televisión?”
La antropóloga británica boliviana Alison Spedding prevenía en un folleto publicado en 2003 sobre la postura intelectual de García Linera y citaba, como ejemplo, sus frases “altisonantes y hueras”. Calificaba su producción como “demagogia sofisticada apta para fifís hechos los intelectuales” y desbarata sus argumentos “indigenistas”. Ella domina el aymara y vivió de cerca el mundo rural.
Spedding, a quien nadie puede acusar de “derechista”, alertaba, además de las propuestas de García Linera que ocultarían los mismos argumentos que emplearon los creadores del Apartheid sudafricano basados en las diferencias culturales. En un detallado análisis que no podemos repetir en este breve espacio, también llamaba la atención sobre el discurso de Álvaro, comparándolo con la visión estalinista en el tratamiento de las diferencias étnicas. “Parece que cada ciudadano/a va a tener que portar una identificación étnica en sus documentos de identidad como era el caso en la URSS (…)”, temía esta académica hace tres lustros.
Muy diferente es la descripción de Pablo Stefanoni (2008) que lo presentaba como uno de los “intelectuales más destacados de Bolivia” y reproducía la frase de García Linera de ser “traductor entre campesinos e indígenas y las clases medias urbanas”. Este estudioso argentino lo ubica como criado en el seno de la clase media e interesado en las luchas sociales desde sus 17 años. Habla de su prestigio intelectual como “traductor” de la visión indígena para que sea entendible a la clase media.
Ni Speding ni Stefanoni imaginaban que una década después, el “comunero” contrataría a una sofisticada empresa entrenada en eventos de la alta sociedad cruceña, para su propio matrimonio. García Linera se convirtió en un personaje vestido con fino abrigo que no abandona ni dentro de Palacio, camisas impecables y anillo.
Duro para tratar a la “clase media decadente”, parece compartir mejor con otros interlocutores, el importador de vehículos japoneses, los hijos de militares golpistas, las misses, los dueños enmascarados de periódicos y canales de televisión, la burguesía china de nuevos millonarios, y los rusos post socialistas.
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