Una caudalosa cantidad de datos numéricos y sendos cuadros estadísticos acerca de la situación económica de Bolivia hubo en el reciente discurso del 22 de enero, titulado “Mensaje Presidencial (Informe de 12 años de gestión) del presidente del Estado, Evo Morales Ayma”. Al finalizar su exposición, el primer mandatario ofreció cumplir cinco puntos para el futuro inmediato del país, lo cual será posible, según sus palabras, porque “en 12 años hemos transformado estructuralmente el país”, incluyendo una serie de otras ventajas.
Este último ofrecimiento está relacionado con las “12 propuestas para vivir bien” que la fórmula Evo-Álvaro propuso al pueblo boliviano para las elecciones nacionales del año 2015, la misma que se comprometía a erradicar la pobreza, otorgar servicios básicos para todos, vivienda digna, revolución e independencia tecnológica y científica, país productivo industrializado, producción de alimentos, respeto a la madre tierra, integración, revolución en la justicia, convertir a Bolivia en el centro energético de Suramérica y otros, puntos que la opinión pública los tiene debidamente evaluados en su aplicación práctica.
Pasados tres años de tan generosa proposición, el 22 de enero pasado el Presidente del Estado reiteró que ahora su gobierno aplicará una propuesta consistente en los siguientes puntos: “convertirnos en un país industrializado; garantizar la salud gratuita, eficiente y oportuna; elevar la calidad y tecnificación de nuestra educación; mejorar y orientar el empleo de la juventud y, finalmente, justicia rápida, transparente, equilibrada, gratuita para todos los bolivianos”.
A guisa de comparación -sistema muy utilizado por el primer mandatario-, se puede decir que si bien las propuestas del 2015 tuvieron aplicación muy relativa y parcial en los últimos tres años, falta mucho para que se efectivicen en su totalidad y que, además, las ofertas recientes solo son ampliación semántica de lo ofrecido en esa pasada oportunidad, por lo cual el optimista nuevo ofrecimiento no deja de crear dudas sobre su efectividad.
Las palabras del día 22 de enero del Presidente del Estado constituyen, en realidad, un Programa de Gobierno complementario al del año 2015, en vista de que éste último no pudo realizarse en su totalidad y quedó como una buena intención, adecuada a la oportunidad electoral. Por otro lado, el nuevo programa sería de difícil aplicación en un “futuro inmediato”, por cual no se puede dejar de recordar la poética frase: “Soñar nada cuesta”.
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