Espectáculos de la Asamblea Legislativa

Haber convertido al Órgano Legislativo o Asamblea en una especie de miting callejero o inclusive en una especie de pelea de mercado, es una clara nota de su demérito. El escenario que con frecuencia se ofrece son los abucheos destemplados, insultos y denuestos entre oficialistas y opositores, exhibiendo pancartas y carteles no menos ofensivos, ambiente en el que la agresión física, los salivazos y otros peores no están ausentes, como acaba de ocurrir en la abrogación del Código del Sistema Penal.

Se presentó el mismo cuadro en la sesión destinada a la derogación de los artículos 137 y 205 del indicado Código y en incontables oportunidades. Aunque en otras épocas tenían lugar hechos parecidos, no llegaban a tanto. En estos 12 años es poco menos que lo común y corriente. Esta es una falta inicua de respeto no solo al primer Poder u Órgano del Estado, sino a la ciudadanía a cuyo voto se deben, sin que pareciese existir otra forma más descabellada de echarlo por la borda. A estos síndromes decadentes no ha dejado de aportar el cambio de nombre de Congreso por “Asamblea”, siguiendo el patrón chavista de Venezuela, donde se la llama también Asamblea en el marco de la Constitución de 1999. Desde luego, no es el único calco de esa procedencia legislativa.

La denominación de asamblea -por lo menos entre nosotros- dice relación con los “ampliados” sindicales. El término asamblea es seductor para quienes -cual nuestros gobernantes- tienen un origen sindicalista. Su idea asambleísta, por tanto, no varía de ese molde de intransigencia y pelea que caracteriza la lucha sindical, y nadie ni nada les hace desistir de que entre la asamblea o el cabildo de trabajadores y la Asamblea Legislativa debe haber una diferencia de cualificación, racionalidad y compostura.

Los que más gritan e insultan son los oradores de mayor éxito y aplauso en las asambleas populares, en tanto no se deja de observar que en la Asamblea Legislativa Plurinacional cuan mayores son las expresiones salidas de tono, menos son las intervenciones juiciosas y meditadas. Tampoco escapa a la vista que en gran parte ocupan los escaños los menos calificados, con raras excepciones. Qué diferencia con los parlamentos de cualesquiera de los países que nos circundan, en los cuales es notoria la selección intelectual y representativa de sus integrantes, y con esto no queremos significar nada más que ello, descartando cualquier otra consideración. No en vano la representación parlamentaria del conjunto social debería constituir una dignidad merecedora de honra.

Sin duda, estos reflejos obedecen al tipo corporativo proveniente de los “movimientos sociales” y sindicatos, los cuales no son ni están libres de manipulaciones. No es solamente un epifenómeno del presente, se lo vio en el pasado “neoliberal” que, con todas sus deficiencias legislativas, no llegó a los extremos señalados. “No se puede pedir peras al olmo” y de ahí el ambiente de diatriba y montonera reinante. Desde luego, la oposición parlamentaria no “es la otra cara de la medalla”, ya que con harta facilidad se suma al caos y al desorden, dejando atrás el reparo y razonamiento que la debería diferenciar. Conducirse de esa manera no quiere decir que lo hagan faltos de firmeza y contundencia en sus argumentaciones y desenvolvimiento. Lamentablemente estos antecedentes son el mejor aporte para que la opinión pública no tenga al Órgano Legislativo como el mejor referente de institucionalidad o, acaso, aceptable, por lo menos.

El autor es jurista y escritor.