El intelectual Luis Antezana sostiene en su libro “Revolución democrática y desarrollos capitalista en Bolivia” que los grandes objetivos nacionales y democráticos de la Revolución de abril de 1952 fueron distorsionados y hasta anulados por la contrarevolución de 1964.
Ese abrupto final se pareció a la suerte de la mujer de Lot –indica– que por mirar hacia atrás quedó convertida en una estatua de sal.
Añade que el proceso democrático nacional de 1952 fue sustituido por un caudillismo anarco–populista pequeño burgués, sin norte y sin guía, para el que todo el igual es más, sin destino histórico y sin luz que lo saque del pantano y lo oriente al futuro, sin capitán de barco y sin timonel, por lo que marcha al abismo.
Sin embargo, considera que ese estado de cosas no es eterno y está destinado a ser arrollado como un carrito de mano por una locomotora, por una revolución democrática consecuente que se gesta inevitable e inexorablemente en su interior y que barrerá con los grandes resabios comunitarios y feudales que arrastra desde hace siglos.
Por tanto, según el “diagnóstico” de la obra, una nueva realidad con poderosas fuerzas motrices lucha ya por acabar con ese absurdo y, en cambio, mira al futuro democrático y no sólo por una simple democracia política, sino la más libre y completa democracia económica.
Este libro confirmará que el pueblo boliviano lucha, desde un pasado remoto, por conquistar un verdadero orden democrático, de acuerdo a sus propias leyes y despreciando exóticas “ideologías”, por lo que, con su propia orientación, está destinado a la grandeza que alcanzó en otras oportunidades.
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