El Estado boliviano registra cuantiosas pérdidas sin que se ofrezca una explicación a negocios que son de directa relación con los intereses populares. Se debe destacar que lo que pierde el Estado significa pérdida directa para la población, debiendo subrayarse que el Estado es simple y mero cuidador, policía y administrador de los bienes de la Nación.
Dicha conclusión viene a cuento en torno a cuantiosas inversiones fracasadas impulsadas por el gobierno, que afectan al país en su conjunto y no se trata de asuntos de mínima cuantía, sino de problemas de gran magnitud. Tenemos al respecto la pérdida de unos 200 millones de dólares en la frustrada perforación de un pozo en busca de petróleo en Lliquimuni, en el norte de La Paz. Pero no se obtuvo ni una molécula de gas o una gota de petróleo.
Otro caso, que salta a la vista es la inversión de alrededor de 270 millones de dólares en el Ingenio Azucarero de San Buenaventura, empresa que está registrando pérdidas, pues solo llega a producir el diez por ciento de lo programado, por la inexistencia de cultivos de caña en la zona, en la cantidad necesaria, problema que no tiene perspectiva de ser solucionado a corto plazo.
En Huanuni se instaló un ingenio con inversión programada de 50 millones de dólares de inversión y no funciona ni para pruebas, por carencia de agua y dique de colas, por increíble que parezca, con el significado lógico de que este negocio está también afectando los intereses populares, en momentos en que se agudiza la crisis. Cosa parecida se puede decir de Papelbol y Cartonbol que operan a pérdida.
Se debe agregar a esa lista las pérdidas para la explotación del Mutún, operación a cargo de la Empresa Siderúrgica del Mutún, que fue sustituida hace dos años con la empresa china Sinosteel, que debe entregar el proyecto “llave en mano” en 36 meses y que hasta ahora aparentemente no ha iniciado la menor operación, debido a observaciones del financiador del proyecto y modificaciones de éste. Al respecto, el gabinete recientemente ha autorizado un contrato de préstamo de 396 millones de dólares ante el Eximbank de China para impulsar la planta siderúrgica del Mutún.
Pero ahora se tiene la última novedad en cuanto a pérdidas financieras para Bolivia. Se trata del horno de fundición Kivcet de Karachipampa, en Potosí. Esa empresa no pudo funcionar alrededor de treinta años por carencia de materia prima, que impidió siquiera su inicio de operaciones. Finalmente, la solución fue reparar el horno Kivset y otros sistemas por valor aproximadamente de 20 millones de dólares. Instalados los repuestos, a menos de quince días de su inauguración en solemne ceremonia que contó con la presencia de importantes autoridades del país, estalló dos veces y dejó de funcionar hasta ahora, significando, por tanto, un inexplicable desastre técnico y financiero para el pueblo boliviano. Es más, ahora para “deshacer el entuerto” el Ministro de Minería y Metalurgia anuncia la compra de otro horno, el mismo que costará otra millonada, sin que exista la seguridad de que tenga éxito y no siga la suerte del anterior; es una conclusión lógica, porque si los negocios frustrados (que implican una considerable cantidad de millones de dólares) hasta ahora por el gobierno fueron una cadena de fracasos, el próximo también podría correr la misma suerte.
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