La escritura es un legado indeleble de los ancestros de la humanidad, como elemento irremplazable de la representación del pensamiento que, para adquirir esa calidad, se requiere abstraer, comparar y descomponer; esta representación del pensar como actividad superior del ser humano utiliza signos gráficos convencionales que estructuran una forma particular y propia de escribir a mano y que caracteriza inequívoca y personalísimamente como las huellas dactilares, a cada humano que escribe.
Los signos convencionales que constituyen la urdimbre de la escritura a mano están, como en el lenguaje hablado, formados por enlaces lógicos y armónicos, además de inteligibles de las letras, cuyas diversas aplicaciones dan vida a los diferentes idiomas.
Por influencia nociva, hoy se trata de trivializar la importancia de la escritura a mano, por la presunta facilidad que ofrecen los actuales medios electrónicos de comunicación y elaboración de textos; desvirtuando, con esa preferencia moderna la esencia o la quididad de la persona que representa el sustrato maravilloso de su personalidad que brota rebelde de su espíritu, en simultaneidad con la expresión intuito persona de las características psicológicas y motrices de la misma.
La escritura, como se expresaba, es el trascendido de las complejas actividades motrices del cerebro y, naturalmente, cuanto más febril es esta actividad, genera una metamorfosis positiva en el órgano más importante de la intelección humana. Los científicos advierten con vehemencia sobre el peligro del inicio de la escritura con medios electrónicos e igualmente sobre la enorme presión digital a la cual están sometidos los niños y jóvenes del mundo.
Un ejemplo que no puede ser más paradigmático es aquel del niño con proclividades escasas para las matemáticas. Ante esta realidad, se convence al niño a abandonarlas y elegir conocimientos que no involucren las temidas matemáticas, empero esta pueril solución se reflejará posteriormente con intensidad en un rendimiento profesional realmente deficiente.
Similar situación se presentará si se elimina el esforzado aprendizaje de la escritura a mano; instancia que lograda se manifestará en el niño o joven en la virtud de pensar mejor, pues la escritura a mano es el camino que discurre el cerebro, además lo que se pierde culturalmente no sabiendo escribir a mano, y disfrutar hasta el placer legítimo de esta facultad adquirida, luego es muy difícil, sino imposible recuperar, con el transcurso cruel del tiempo y las cargas de las responsabilidades humanas.
Dios nos gratificó con esta facultad adquirida; cuidémosla escribiendo más a mano.
El autor es abogado, doctor honoris causa, escritor.
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