En el país del sueño,
por la loca geografía azul de la fábula,
recogí esta leyenda
que conmueve los corazones
y el rosal de la inteligencia.
Sucedió que una tarde,
en el jardín maravilloso de las
Hadas, no podían hallar la huella
de su Reina.
Su sandalia de oro
no se dibujaba en la fina
arena de los senderos.
El ciprés, el pino,
el mirto y el laurel
nada sabían.
Ni la fuente que copiaba
su bellísima imagen.
Ni los pequeños elfos saltarines
que amaban su voz de cristal.
¡La Reina desapareció!
¿Quién nos dirá dónde se fue?
¡Desapareció la Reina!
Como no la encontraran
en el reino,
derribando fronteras fantásticas
fueron a buscarla por el mundo.
Y no podían dar con Ella
porque el mundo es demasiado grande
y sus caminos se confunden.
Y las hadas y los gnomos,
los magos y las doncellitas
azorados iban y venían
en la búsqueda que no tiene nombre.
El reino descabezado
se cubría de llanto y ceniza.
Con las manos vacías, sin noticias,
regresaban los buscadores.
Pasaron muchas lunas, soles volvieron
y de muy lejos, muy lejos, muy lejos,
el jefe de los enanos trajo la nueva:
–¡Yo la ví, yo la ví, yo la ví!
No tiene trono, palacio, ni muchedumbre
de servidores.
Jardines encantados no la contemplan.
Ni riquezas prodigiosas,
ni joyas resplandecientes.
No la circunda su antiguo poderío
ni parece ofuscar a los demás.
Ni la capa de armiño, ni el cetro de oro,
ni la corona de rubíes y zafiros.
Tiene un aspecto tan sencillo,
Que se diría es sólo una mujer.
–¿Y qué es una mujer?
Preguntaron elfos, magos,
Hadas y doncellitas.
El jefe de los enanos brujuleaba
perplejo, antes de dar la respuesta.
Luego, pausado, emitió:
–Parece lo más pequeño y es lo más grande
que tiene el mundo.
Da y no pide. Restaña las heridas. Vela sin tregua.
El calor, el orden, la dicha de la casa,
por Ella.
La virtud, la salud, los hijos armoniosos,
por Ella.
La paz del marido, su fuerza, su alegría,
por Ella.
La felicidad de los parientes y los amigos,
por Ella.
La confianza que fortalece al débil,
por Ella.
La esperanza que suaviza al fuerte,
por Ella
La maravilla del instante, y el regocijo de las horas
por Ella.
Todos los dones del mundo y las promesas del cielo,
Por ella, por ella, por ella!
Las Hadas, mustias, escuchaban confusas.
–¿Volverá nuestra Reina y Señora, volverá?
–Lo ignoro– dijo el jefe de los enanos.
No lo sé.
Nuestra Reina se ha vuelto mujer.
Y en el país del sueño y de la fábula
hubo un vuelo de palomas y zozobras.
Es la pugna que acontece en los Hogares Elegidos
desde que existen los seres y las Hadas.
Ellas ansiosas de recobrar su Reina,
nosotros tocados por el encanto
de la Robadora de Corazones.
Y las Hadas pierden su Reina
cada vez que la Esposa y la Madre
encienden la Estrella de la Dicha
en los hogares elegidos,
por el Dador de Vida y de Alegría.
Tomado de: CELADOR DE ESTRELLAS de Fernando Diez de Medina.
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