Uno de los recursos naturales que Bolivia tiene en abundancia no es aprovechada adecuadamente. Me refiero a los rayos del sol, que es cuestión de recogerlos en fuentes especiales que se puede instalar en todas las regiones donde la riqueza solar es mayor.
Chile, por ejemplo, ha convertido la serranía de Tarapacá, parte del territorio que nos arrebató en la guerra de 1879, en un inmensa fuente que capta los rayos del sol y los ha convertido en energía, a tal punto que el metro de Santiago funciona con el 60 del aprovechamiento del poder eléctrico que capta del astro rey.
El altiplano nacional, que se extiende en 100.000 hectáreas, es diariamente bañado por los rayos del sol y semejante cantidad de riqueza energética no se la aprovecha, por falta de iniciativas de los organismos especializados en la materia.
Ni siquiera nuestros profesionales y expertos necesitan ser creadores de una iniciativa dirigida a tal propósito. Basta mirar las fotos de Chile, tanto de la forma en que capta la riqueza solar en Tarapacá y cómo hace funcionar con la energía solar el tren, llamado metro de su capital.
Se puede decir que Bolivia tiene inclusive excedente de energía eléctrica, pero sus funcionarios del sector no se empeñan en exportarlo a países vecinos. Desde hace más de un año se habla acerca de que puede ser colocada en Argentina, sin embargo no se la concreta, ya sea por ociosidad mental o incapacidad administrativa.
Seguramente muchos expertos nacionales tienen propuestas para aprovechar plenamente esa riqueza, cuyos ingresos favorecerían a las regiones de donde se capte la energía solar, si acaso no se realizan las múltiples obras que requiere aún tener el país, tanto para los servicios públicos como para impulsar la industrialización y si fuera suficiente, puede también ser exportada.
Vivimos lamentando nuestra pobreza, pero no se hace algo consistente para eliminarla y, de esa manera, tener un pueblo que satisface sus necesidades primordiales y, sobre esta base, estaría en condiciones de ser también próspero.
En Bolivia no funcionan los organismos estatales, pues se limitan a seguir trabajando con lo mismo y no se les ocurre desarrollar otras posibilidades industriales y comerciales. Tampoco funciona la creatividad de sus profesionales o personas con talento que tienen a la mano posibilidades de crear riqueza pública y asimismo la propia.
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