Adolfo Suárez V.
Fuimos testigos de los desenlaces generados por el gobierno, al querer forzar la aplicación de una norma jurídica redactada contra toda norma. Consideramos que toda nueva norma que se quiera aplicar a un sistema jurídico vigente en un país, regido por un sistema democrático como el nuestro, tiene que ser complementaria o concordante con nuestra Constitución Política del Estado. Esto no ocurrió con el tan mentado y trasnochado Código del Sistema Penal. ¿Por qué utilizamos estos términos?, porque nos dieron a entender que el proyecto de ley que se debatió en la Asamblea Legislativa fue uno, y el que se promulgó fue otro. Algunos yatiris dicen que hubo magia en los aproximadamente 50 metros que separan al Congreso del Palacio de Gobierno.
La pregunta que a muchos nos sofoca es ¿dónde estaban los parlamentarios de oposición que hoy se rasgan las vestiduras o rezan el mea culpa, diciendo que ese documento pasó de largo. ¿O es que solamente asisten al Parlamento para bostezar y chatear, esperando que llegue el fin de mes para cobrar sus dietas?
La realidad es una, que ese proyecto de ley que contenía ese nuevo código, contravenía en muchos de sus artículos a lo establecido en nuestra CPE, haciéndola nula de pleno derecho. Y lo más lamentable es que nuestros mandatarios no se dieron el trabajo de leer su contenido y otro “asesor” les leyó el documento “patas para arriba” o en contra flecha, porque en un documento de esa naturaleza se favorecía al delincuente. Qué otro término podemos emplear para definir a aquella persona que en función al cargo se propia de bienes del Estado o aprovechándose del cargo realice negociados o tráfico de influencias. Y como premio por su habilidad, perdón, por haber transgredido la norma, solamente será sancionado con la inhabilitación para ejercer cargos públicos.
Este asunto que nos plantearon en esa normativa es como para hacer una novela de ciencia ficción. Pero como en las películas de terror, en su final ganó la cordura y la lógica. Y los malos se quedaron con los crespos hechos y los anfitriones de esta fiesta tuvieron que tragar el trago amargo, como consecuencia de una mala decisión, por no tomar en cuenta la opinión del colectivo. Y esto pese a esa arenga grandilocuente e inflada de alguien que agarró el documento y lo ondeaba ante la televisión con una sonrisa maquiavélica, diciendo “consumado es, no hay más que debatir”.
Pero como tenemos un Dios que obra con justicia, al menos contra aquellos que se atreven a desafiar su justicia, muy poco les duró la sonrisa, la misma que se les volvió un trago amargo, otra metida de pata. Ellos mismos por sus erráticas decisiones acarrean un desmesurado y rápido desgaste político. Les salieron mal los cálculos, subestimaron al pueblo y a su reacción. Recordemos que el pueblo calla, pero no olvida. Ojalá que de aquí en adelante, el gobierno pueda hacer una mejor lectura del horizonte político y lo tome en cuenta para debatir sobre documentos de esa naturaleza que van a marcar y regular la convivencia del pueblo en su conjunto.
Dios salve a nuestra amada Patria.
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