Tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional -brazos económico financieros de Naciones Unidas- han sostenido, casi permanentemente, que es necesario que los países pobres y los medianamente desarrollados comprendan la urgencia de invertir en educación, teniendo en cuenta que el desarrollo de los pueblos depende, fundamentalmente, del capital humano que posean; sin este bien, prioritario para el desarrollo, ninguna inversión alcanza, porque no hay capital humano que la mueva, la agilite, le dé dinamismo y menos posibilidades de lograr mayor crecimiento.
El presidente del Banco Mundial manifestó que en la presente gestión se midió “la riqueza de cada país en el ámbito del capital humano y los resultados fueron que los países avanzados tienen mayores clasificaciones que llegan a 65%, mientras que los de ingreso medio apenas alcanzan el 40%”. En la Cumbre sobre Capital Humano realizada por ambas instituciones, el mismo presidente del Banco Mundial expresó: “La inversión en las personas da paso a una mayor riqueza y a un crecimiento económico más rápido. Representa alrededor del 65% de la riqueza mundial. Sin embargo, en los países de ingreso bajo solamente el 40% de la riqueza se origina en el capital humano. A medida que los países crecen, la proporción del capital humano adquiere mayor importancia, entre otros desafíos, si esperan competir en la economía del futuro”.
Estos criterios son claros y terminantes; pero si las referencias sobre el 40% de la riqueza mundial “está en los países de ingreso bajo”, habría que preguntarse: ¿Cuál es la realidad en países del Cuarto Mundo que son los que padecen pobreza extrema y no tienen posibilidad de mejorar porque no hay inversiones de capitales financieros y tecnológicos en ellos y menos de capital humano? Parece que a nadie le importa cambiar estas situaciones que son humillantes y vergonzosas para el mundo rico y desarrollado que prefiere vender su producción a los pobres en lugar de invertir y ayudar a esas poblaciones a encontrar medios y formas para crear riqueza, conseguir desarrollo sobre la base de sus propias posibilidades con el auxilio de capital humano, extranjero de momento, y luego con el propio, siempre que se agranden las inversiones en educación y salud para crear profesionales y técnicos.
Los presupuestos para educación y salud son bajos en países del Cuarto y Tercer Mundo; generalmente, como en el caso de Bolivia, esos presupuestos son muy superiores en Defensa, mantenimiento de ejércitos, compra de armas en lugar de construir hospitales y centros de salud y, sobre todo, en la creación de nuevos ítems para maestros y construcción de escuelas y colegios. Otro rubro que es alto es de los gastos gubernamentales en todo lo ostentoso que no tiene beneficio. Un país que descuida educación y salud, no puede aspirar al desarrollo y progreso.
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