No te metas con Tupiza

Un pueblo al que Diego de Almagro llega en 1535, el primero que conoce el manchego en esta geografía, diez años antes de la famosa fogata de Diego Huallpa y trece años antes de que fuera fundada La Paz, tiene motivos para no aceptar ofensas.

Un año después serían fundadas Asunción del Paraguay y Buenos Aires y dos años más tarde Santiago de Chile. Modestia aparte.

En Tupiza se instala el español, que venía derrotado por los Pizarro y hace sus planes para llegar al Atlántico y a Chile.

Antes de que llegara Almagro, los chicheños habían resistido el avance del imperio incaico. Se les aplicó la fórmula del “miti mae”, y terminaron confinados de su propia tierra.

Decir que Tupiza pertenece a la cuenca del Amazonas, como dijo el presidente Evo Morales, al hablar de las aguas del río Tupiza, es una muestra de ignorancia que debería avergonzarle.

En 1810, una delegación de tupiceños asistió al Congreso de Tucumán, donde se crearía la república de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Es decir, de la cuenca hidrográfica del sur de Sudamérica, muy lejos del Amazonas. Para que las aguas del río Tupiza puedan llegar al Beni, como dijo el presidente, habría que construir un acueducto muy largo, e innecesario, además de muy costoso, que es lo que quizá le interese.

Pero Tupiza quedó en la geografía de la república de Bolivia, creada quince años después del congreso de Tucumán. Fue su destino.

Butch Cassidy se atrevió con Tupiza en 1908. Y así le fue.

Por esos años llegó al pueblo un tal Hiram Bingham, norteamericano, que escribió sus memorias y contó de las presentaciones de teatro que se daba en ese momento en el pueblo. El teatro habría de ser la actividad más conocida de Tupiza ya avanzado el Siglo XX. Nuevos Horizontes, a lomo de Líber Forti, es su sello más conocido. El norteamericano siguió su viaje hacia el norte y le tocó descubrir Machu Picchu, en las montañas del sur peruano.

Pero por más que el pueblo no tenga todos esos motivos de orgullo y otros más, no está bien que un candidato, incluso si es presidente circunstancial, exhiba su soberbia y pida lealtad electoral, como un chantaje, a cambio de la ayuda que el gobierno está obligado a entregar.

Es muy mal gusto.

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