Es muy posible que esté equivocado por limitaciones conceptuales, pero no por eso me voy a privar de exponer algunos apuntes acerca de mis lecturas. Aunque siempre tuve mucho respeto por la filosofía, no por ello me privé, cuantas veces pude, de leer algunos textos escritos bajo esta inspiración, pues constituye la materia del conocimiento que más luces ofrece para adentrarse en las exigencias y profundidades del pensamiento y de la propia existencia humana, lo que determina su perennidad.
Con el propósito de insistir en tal aventura, acudí últimamente al filósofo Johannes Hessen, nacido en Renania, Alemania, en 1889, leyendo su libro “Teoría del Conocimiento”, que lo escribió en 1925. En su lectura me encontré con algo así como una sorpresa. De inicio expone que “La teoría del conocimiento es una disciplina filosófica”, expresando que para adentrarse en sus alcances es necesario partir de una definición esencial de esta disciplina.
Señala, empero, que muchas veces “discrepan tanto que parece completamente imposible extraer de ellas una definición esencial unitaria”. A manera de comparación, indica que Platón y Aristóteles la definen como la ciencia pura y coinciden bastante con la definición de los estoicos y de los epicúreos, para quienes la filosofía es aspiración a la virtud o a la felicidad, respectivamente.
Añade que, en tanto, en la Edad Moderna, Cristian Wolff la define como “Scientia Possibilium, quatenus ese possunt” y Friedrch Uberweg, en su “Tratado de la Historia de la Filosofía”, la conceptúa como “La ciencia de los principios”.
Hessen opina que, en vista de ello, “Tales divergencias hacen vano el intento de encontrar por este camino una definición esencial de la filosofía”. Pese a esto, se empeña en acometer la tarea. No precisamente para los profesionales en la materia, sino para ofrecer alguna ilustración sobre el particular al lector común.
Después de referirse a esas discrepancias y luego de explicitar varias de sus propias consideraciones, expone:
“Podemos definir ahora la esencia de la filosofía, diciendo: la filosofía es una autorreflexión del espíritu sobre su conducta valorativa teórica y práctica, y a la vez una aspiración al conocimiento de las últimas conexiones entre las cosas, a una concepción racional del universo… La reflexión del espíritu sobre sí mismo es el medio y el camino para llegar a una imagen del mundo, a una visión metafísica del universo… Podemos decir, pues, en conclusión, que la filosofía es un intento del espíritu humano para llegar a una concepción del universo mediante la autorreflexión sobre sus funciones valorativas teóricas y prácticas”.
Aunque la filosofía exige tener una concepción compleja del pensamiento y, por tanto, de las ideas, no hay que dejar de asomarse a ellas, aunque sea apenas con unas modestas líneas, escritas más con espíritu de servicio al lector, que pretender lucirse en el tratamiento de un tema ciertamente difícil de asimilar y pretender explayarlo.
Pero vale la pena hacer el esfuerzo de efectuar un pequeño acercamiento a una disciplina del conocimiento que se halla inmersa en las funciones superiores del espíritu y de la cultura, entre las que se puede contar a la ciencia, el arte, la religión e inclusive la moral.
Hassen considera que la filosofía guarda honda afinidad con estas esferas de la cultura. “Todas ellas –explica- quieren en el fondo resolver este enigma, dar una interpretación de la realidad, forjar una concepción del universo”, aunque al mismo tiempo, anota que mientras la concepción filosófica del universo brota del conocimiento racional, el origen de la concepción religiosa está en la fe, que es el mayor valor espiritual del ser humano.
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