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[Eric Cárdenas]

Transfugio político


El nombramiento irregular de las directivas camarales y comisiones, en especial en la Cámara de Diputados, por la mayoría del oficialismo, de los representantes de la oposición en ciertas situaciones en esas directivas, recayendo esos nombramientos en ex opositores, ahora convertidos en oficialistas, aunque sigan ocupando espacios (curules) de la oposición, nos lleva al convencimiento de que el derrumbe de valores éticos generalizado tiene, en las instancias del quehacer político, en la que se incluye al Órgano Legislativo, una mayor preponderancia.

El Poder Legislativo -que tiene como finalidad elaborar las leyes del Estado y fiscalizar a los otros órganos y que tiene entre sus miembros a los representantes del pueblo, de todas las corrientes políticas, que fueron elegidos por ese pueblo- resulta un órgano, o debería serlo, absolutamente democrático, en el que mayorías y minorías representan cabalmente a sus mandantes, situación que en nuestra realidad resulta una suerte de dictadura de las mayorías que con base en esa situación, toma las decisiones que vienen de la cúpula del poder, que en nuestro caso está depositado en una sola persona.

Cuando los representantes del pueblo de una determinada corriente, como es la de la oposición partidaria al oficialismo, habiendo sido elegidos por la voluntad ciudadana, es decir por quienes votaron contra el oficialismo, por intereses absolutamente personales que resultan del prebendalismo que hace gala el oficialismo, se pasan al servicio de éste, cometen transfugio, que significa en nuestra lengua: la conducta de quienes pasan de un partido a otro, y peor aún de uno de oposición a uno que está en el gobierno.

Esa conducta tránsfuga, al dejar de lado la representación opositora para convertirse en oficialista, resulta también una “traición” a los electores que confiaron su voto en ese tránsfuga, pues la traición está definida en el diccionario de la lengua española como: “un delito que quebranta la fe jurada, la fidelidad o lealtad debida”. En nuestro caso, esos tránsfugas al ser posesionados como representantes del pueblo por una determinada línea política partidaria y que luego cambian de posición, son unos réprobos de la ética y como dice el diccionario de las leyes penales, al penar como grave delito la traición a la patria, por analogía judicial: la traición a la voluntad del pueblo resulta un grave delito.

El refundador de la ciencia política, Nicolo Maquiavelo, en su obra “El Príncipe” al dar consejos al príncipe sobre el gobierno, le dice que el hombre por su naturaleza es: traidor, ambicioso, cobarde y que el gobernante debe aprovechar esas debilidades para su buen gobierno. Parece que los actuales gobernantes utilizan muy bien esos “anti-méritos” de los diputados que se han prestado a servir los intereses del oficialismo, a costa de del transfugio y la traición, como sucede con otros dirigentes de organizaciones sociales.

Pero, además, esta conducta que analizamos resulta una muestra de la pobreza ética de ese grupo de tránsfugas en la Asamblea Legislativa y fuera de ella, pues se entiende que la ética como valor, es la valoración o alta estima de una conducta determinada, en este caso el valor estimado es el de la lealtad y fidelidad a una corriente de pensamiento político, expresada en los votos de los ciudadanos.

Si revisamos la historia humana de los miembros del Poder Legislativo a partir del Siglo XIX, encontraremos que pasaron por esos recintos, en general, los más preclaros intelectuales, profesionales y destacados hombres de nuestra sociedad. A partir de la Revolución Nacional fueron también miembros del Parlamento dirigentes obreros y campesinos que hicieron historia, entre ellos, como vicepresidente y cabeza del legislativo, el líder obrero Juan Lechín, entre otros.

Ojalá que los dirigentes y cabezas de los partidos políticos, en especial de oposición, tengan mayor sutileza en escoger a quienes vayan a ir a un Órgano como el Legislativo en representación del pueblo, que en especial tengan como atributo, además de los conocimientos necesarios, una sólida ética política, es decir al servicio de los intereses colectivos y no personales.

El autor es abogado y politólogo.

 
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