Recuerdos del presente
Dice la noticia que un obispo mexicano pidió al gobierno de su país negociar con los narcotraficantes para definir fronteras, a fin de que se las pueda cruzar sin peligro.
El obispo se llama Salvador Rangel Mendoza, de la diócesis Chilpancingo-Chilapa y admite haber conversado con los capos de las mafias para que permitan a sus sacerdotes difundir el evangelio también en las áreas que ellos controlan.
Pero algo salió mal la semana pasada: dos sacerdotes fueron asesinados por los narcos, quizá por una confusión, o por celos, ya que los sacerdotes habían pasado la frontera entre los territorios de dos diferentes bandas.
Lo cierto es que en la realidad, en la práctica, para efectos de la difusión del evangelio, hay territorios de los narcos y territorios del Estado mexicano. Lo que pide el obispo es que ambas partes se pongan de acuerdo para que no sea peligroso pasar de un territorio a otro. Quizá -no lo dijo el obispo- actuando de manera civilizada se pueda crear pasaportes, o salvoconductos, que partirían por reconocer la existencia de dos entidades: el Estado y las mafias.
En Perú, el comandante Víctor Quispe Palomino, de Sendero Luminoso, quiso definir territorios, en la zona del Vraem, pero el Estado peruano le está ganando la guerra: no acepta que los narcos tengan una entidad territorial. Allí, los narcos operaban en combinación con los productores ilegales de oro.
Algo parecido, aunque sin que lo diga un obispo, por el momento, está ocurriendo en Buenos Aires y Rosario, primera y segunda ciudad de Argentina, país al que Bolivia exporta 1.700 toneladas de hojas de coca por año, según las estadísticas oficiales.
En Bolivia, se sabe, los choques entre mafias se dan en San Matías y Yacuiba, aunque el principal caso de territorios definidos, de fronteras, éstas ya consolidadas, se da en el Chapare, donde los cocaleros tienen sus propias leyes. Gozan de extraterritorialidad.
Los Estados, dicen autores como Susan Strange y Paulo Rangel, están en proceso de disolución. O, como dice Joseph Schumpeter, “la economía es un ventarrón permanente de destrucción creativa”. Lo que permite sospechar que ahora ese ventarrón, reforzado por el narcotráfico, otra forma de la economía, está destruyendo a los Estados.
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