El mundo no es una taza de leche, en todas partes cuecen habas, en política particularmente; en países grandes y pequeños, ricos y pobres, con gobiernos progresistas o conservadores, democráticos o autoritarios.
En consecuencia, la mentira, la calumnia y la intriga corren por caminos paralelos y siempre han sido los ingredientes infaltables en la política cotidiana. Pues éstas le pusieron la sazón a esa actividad en un sistema político bipolar, unipolar o multipolar.
Más allá del mensaje ideológico, o de la prédica política, la mentira, la calumnia y la intriga se constituyeron, hoy como ayer, en armas innobles, para amedrentar, silenciar o destruir al adversario coyuntural, en dictadura o democracia.
Asimismo para derribar gobiernos que buscaban, inclusive, la construcción de una sociedad nueva, distinta y justiciera. Para desalojar del Palacio Quemado a quienes estuvieron provistos de elevada sensibilidad social. Y para instaurar, ni duda cabe, el autoritarismo de tipo nazi-fascista o comunista, con fines de perpetuarse en el Poder. He ahí la verdad irrefutable.
Tales hechos estuvieron reñidos con la moral política y, por lo tanto, cuestionados acá y allí. Ello porque la mentira, la calumnia y la intriga quebrantaron la paz social, la tranquilidad familiar y, particularmente, la convivencia civilizada.
Una práctica política, mezquina y desleal que no es de reciente data, sino que tiene sus orígenes en un pasado remoto.
Mientras se estilaba el “abrazo fraterno” y el “beso de Judas” en medio de la clase política, honesta o deshonesta, en la región y el planeta, se avivaba, subterráneamente, la mentira, la calumnia y la intriga, en una actitud canallesca, contra el adversario, débil o fuerte.
La mentira, la calumnia y la intriga son manifestaciones perversas e interesadas que surgieron al calor de la enemistad y de la revancha. Al calor de la angurria por el Poder omnímodo.
La mentira, la calumnia y la intriga, propias de las lenguas maldicientes, frustraron valiosos e históricos proyectos, que buenamente hubieran redundado por el bien común. Es que sus proyectistas fueron echados del gobierno acusados por haber conculcado los derechos humanos, por haber incurrido en corrupción y el latrocinio. Tales acusaciones, en la mayoría de los casos, no fueron esclarecidas debidamente, por la justicia y otras instancias.
De veras que estos tres “elementos políticos” solamente profundizaron, de una u otra manera, desinteligencias, resquemores y suspicacias, en todo nivel, en deterioro de la conjunción de esfuerzos, en la búsqueda de un futuro mejor.
En suma: la historia dirá el rumbo que deben asumir los políticos, en el futuro, pero libres de la mentira, la calumnia y la intriga, a fin de marcar nuevos tiempos.
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