Danny Daniel Mollericona Alfaro
Un restaurante de la zona sur de La Paz presentó la anterior semana, en una arriesgada y desesperada estrategia de marketing, tres combos: el feminazi, el #niunamenos y el mujeres creando. Las críticas y abucheos en contra de su propaganda con tintes machistas les hicieron sacar las ofertas y disculparse públicamente. Para bien o para mal, su restaurante ahora es un poquito más conocido. Eso sí, con pena y nada de gloria.
El revuelo trajo de nuevo a mis pensamientos el término feminazi. Este término parece ser introducido por el gringo conservador Rush Limbaught que comparó al aborto con un “holocausto moderno” allá por el año en que yo nacía (1992). Es en los recientes años que el término se ha masificado por redes sociales en nuestro contexto. Actualmente el denominativo feminazi, me explican en un debate en redes sociales, se le atribuye a una mujer que sigue con fanatismo el feminismo o sigue un feminismo radical que se basa en odio. Odio dirigido hacia el hombre. Por tal razón, las personas que lo expresan, lo usan de forma peyorativa y acusativa contra un radicalismo del feminismo, que según ellos, genera más violencia y odio. El principal argumento que les sustenta es que se niega al hombre y no permite un proyecto conjunto entre hombres y mujeres.
Sin embargo, el problema del uso del término feminazi no está en que critica una postura extremista, sino en que anula las luchas y triunfos del feminismo. El nazismo evoca, en términos generales, una ideología de superioridad racial, de totalitarismo, de genocidio, de terror; y, en términos concretos evoca el holocausto con grandes cantidades de muertos. El nazismo evoca, a razón de un consenso generalizado, pues a un demonio. Por lo tanto, el matrimonio forzado entre feminismo y nazismo busca encerrar al feminismo en ese demonio, y, por consiguiente, anularlo. Al crear este híbrido sutilmente se condena al feminismo y se lo simplifica al cuerpo del demonio.
El año que viví en Polonia pude comprender el fantasma de miedo y trauma que ha dejado el nazismo en la memoria de los polacos (y en una buena parte de Europa). No es sólo un capítulo de historia como nos toca a los sudamericanos con cifras de muertos y fechas que memorizar. Allá está en las películas, en las calles, en el álbum de fotos, en la gente. Ese fantasma no se puede comparar con el feminismo ni por “aproximación”. No hay posible comparación ideológica, ni comparación objetiva sobre acciones. Además ¿Saben qué hizo Hitler con las feministas de su tiempo? Pues digamos que no las trató bonito.
Si criticas a una feminista que consideras radical, dilo tal como es: feminista radical. Si no te gusta el actuar de quien consideras una feminista extremista, dilo tal como es: feminista extremista. Ten en cuenta que el feminismo es amplio, y si, como en todo, tiene versiones radicales. Pero ten en cuenta también que el feminismo es un cuestionamiento al hombre, pero no directamente a ti. El feminismo analiza y cuestiona la estructura y funcionamiento de sistemas de poder en que los hombres tenemos privilegios. El feminismo no te anula como hombre, sino que te da una herramienta para que te cuestiones y cambies. Es tanto una herramienta analítica como también política que puedes tomar o dejar.
Ni Rush ni el restaurante se dieron cuenta que el feminismo es la corriente de pensamiento y acción que más ha ayudado a establecer un sistema “igual” entre personas, entre hombres y mujeres. Ojalá Rush vaya al restaurante jailón y se dé cuenta que el combo feminazi no jala.
El autor es sociólogo.
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