Han transcurrido 139 años cuando alrededor de 1.500 hombres armados de tropas chilenas desembarcaron en el Litoral boliviano, provocando el miedo en la población, en especial de las mujeres, que fueron sometidas a todo tipo de hechos que quedaron impunes.
El ataque llegaba en un pésimo momento para Bolivia, porque una inclemente sequía en 1878 había generado desabastecimiento en los mercados, hambruna, peste y gran mortandad.
Una débil defensa se organizó en Calama al mando de Ladislao Cabrera, con 150 hombres, la mayoría civiles, entre los que luego destacaría Eduardo Avaroa, un comerciante de San Pedro de Atacama que combatió en el puente Topáter. Murió peleando como un valiente a los 41 años de edad, y cuya frase hasta el día de hoy se ha convertido en inmortal para el pueblo boliviano cuando arengó a las tropas chilenas que pedían su rendición: “¡¡¡Rendirme yo, que se rinda su abuela c….!!!”.