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Desde que Donald Trump asumió la presidencia, el pregón populista de “America First” o “América primero,” recurriendo al proteccionismo comercial a fin de promover exportaciones e importar empleo refleja tres cosas: (1) desconocimiento de la historia del comercio internacional de EEUU y otros países; (2) reconocimiento de que el proteccionismo comercial de EEUU ha de ser cubierto por otros países como China, y (3) que enmendarlo es urgente.
Retirarse del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, denunciar a Alemania, Canadá y Japón por exportar más a EEUU de lo que importan, y renegociar NAFTA con economías ms pequeñas como Canadá y México, haciendo más caro comerciar con EEUU, viene a ser política proteccionista asociada históricamente con países que aspiran a competir con potencias comerciales establecidas y mayores. Exportar telas a la Inglaterra del Siglo XVIII era poco menos que imposible porque el país se protegía mientras desarrollaba su industria textil, cuyo bajo costo de producción, con el tiempo, impediría que nadie compitiese con ella; entonces permitió la importación.
Pero EEUU no está comenzando a desarrollarse económicamente ni mucho menos, y las compañías que hoy exportan productos a ese país son mayormente estadounidenses que trabajan fuera de EEUU, porque resulta menos caro hacerlos fuera que dentro de EEUU. Tan sencillo como eso. Pero el populismo nacionalista ha conseguido votos con la arenga “el empleo estadounidense es prioritario y debe retornar” y, si el producto resulta más caro, la carga se arreglará en el camino político ambicioso, mezquino y erróneo.
Uno de los fundadores del país, constitucionalista y creador del sistema bancario de EEUU, Alexander Hamilton (1755 o 57-1804), hijo de escocés y nacido en el Caribe británico, Ministro de Finanzas del presidente George Washington, creó el concepto de “industria infantil”, que para desarrollarse, él decía que necesitaba protección. Conocía de cerca cómo Inglaterra practicaba el proteccionismo evitando la competencia de las colonias mientras vendía agresivamente sus productos en todas partes. En opinión de Hamilton las nacientes naciones necesitaban espacio de maniobra para desarrollarse y llegar a competir con las potencias comerciales. El naciente EEUU adoptó las ideas del caribeño que inicialmente beneficiaron la industrias textil, del hierro y del acero. Fue el proteccionismo que permitió el desarrollo de la industria estadounidense en el Siglo XIX hasta 1925. EEUU era un bastión proteccionista. Hacia finales del siglo XIX la tarifa de importación llegaba a 45%, tan alta como la que la administración Trump ha decidido aplicar a las importaciones de máquinas de lavar ropa. ¡Increíble! porque en EEUU no hay industria comparativamente infantil como la que fomentó Hamilton.
La verdad es que la egoísta “mano invisible” a menudo depende de políticas de mano dura del gobierno que busca imponer el libre comercio. Por ejemplo: la política cañonera de Inglaterra del Siglo XIX hizo que el comercio libre se impusiera en los puertos chinos, algo que los chinos hasta hoy recuerdan. Hoy, ante un EEUU proteccionista, China se ha convertido, pese a todos sus problemas, indispensable. Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, el año pasado al presentar al presidente y secretario general del Partido Comunista Chino, Xi Jinping, dijo: “En un mundo de incertidumbre y volatilidad, la comunidad internacional mira a China”.
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