Samuel Castellón Arce
Los habitantes de esta ínclita La Paz tenemos, a diario, una serie de fatigas desde tempranas horas, hasta el atardecer y parte de la noche. Empleados y trabajadores de diversos sectores, imposibilitados de asistir y cumplir con su horario de ingreso, se sometieron a las concesiones de tolerancia inevitable que les otorgaron sus empresarios; debido a marchas, bloqueos, paros, huelgas, por las razones que los actores pretextan para justificar su movimiento, voceando y haciendo alusión a la falta de atención por parte de las autoridades, NO del gobierno central, pero de gobiernos departamentales, con mayor fuerza hacia los gobiernos municipales. Es el caso de los choferes, que se oponen a la modernidad en cuanto a los medios de transporte masivo, instaurado por el Gamlp con el La Paz Bus, que ya puso en circulación los PumaKatari.
Las causas, que me parece son direccionadas, se fundan en aspectos que no contienen, razonablemente, bases que vayan a favorecer sus poses altaneras y amenazas de ingresar a un paro indefinido, so pretexto de que el servicio de transporte municipal, que no les agrada, les crea “perjuicios económicos” por la competencia. Pero notamos que los protagonistas la pasan de maravilla: se alegran, juegan, ríen, chismean, comen; no les preocupa el no percibir el no cobro de pasajes del día; seguramente, el resarcimiento a la obediencia correrá a cargo del respectivo sindicato o quizá algún generoso “supervisor” les restituirá. Tanto los que inducen a generar estos desmanes y los que se prestan a cumplirlo, proveen al usuario el servicio de micros, minibuses, carris, trufis u otro tipo de transporte que, en promedio, ya no están alineados con la modernidad que exige la era de desarrollo de un medio de transporte urbano como el que se tiene palpado con el La Paz Bus.
Sin embargo, por todo cuanto se sigue observando en el servicio de transporte público a cargo de los sindicalizados, no quisiera entender que este gremio le ha doblado el brazo a la Autoridad del Gobierno Municipal. Basta ver en una gran mayoría de estos vehículos las pésimas condiciones en su interior; enumerarlas ya no tiene ningún sentido; lo que sí se debe recalcar es que continúa un total y completo desacato a las normativas que había instituido la respectiva autoridad.
El PumaKatari proporciona al pasajero, con su recorrido de parada a parada, una completa seguridad, aun para quienes deciden transportarse parados y asiéndose de sus agarradores; aplica un solo cobro, aunque cuente con una categorización de tarifa para usuarios (adultos mayores, estudiantes, niños); cumple con la obligación de recoger o, dejar al usuario, en los puntos de parada expresamente señalados; el pasajero se evita las molestias de ingresar y bajar por la misma puerta por la que ingresa, como sucede con los micros, buses, minibuses, carrys, trufis, de los que, para que se apee un pasajero, forzosamente uno debe salir del vehículo.
Cuando se inauguró o estaba el gobierno central con el proyecto de construir el teleférico, ahora ya funcionando con líneas roja, amarilla, desde El Alto a la ex Estación y a la curva Holguín, respectivamente, ¿los choferes sindicalizados no habían presentado o planteado un amague de protesta arguyendo, como ahora ocurre contra La Paz Bus, perjuicios económicos? Sin embargo, la población de El Alto, en este caso, seguía denunciando el hecho de que, para los transportistas, tanto en los distritos de la ciudad de El Alto, y en sus servicios hasta el centro de La Paz, seguía funcionando la arbitraria y deshonesta aplicación de cobros y sometimiento del usuario al sistema del trameaje.
En esa ocasión, toda amenaza pasó, y los sindicalizados fueron persuadidos a apoyar o, quizá mejor, a entender que el transporte por cable no perjudicaba en absoluto su normal sistema de tarifa por sus servicios. Además de hacerles notar que el teleférico cumple el plan del Gobierno Central, mientras los PumaKatari son de la “oposición”. Perdón: es del Gobierno Autónomo Municipal, aunque sea de La Paz.
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