El “hombre violento” en el discurso feminista posmoderno

En una entrevista reciente, publicada por el cotidiano español “El Mundo”, el psicólogo y profesor universitario canadiense Jordan B. Peterson se expresaba sobre las derivas misándricas y anti-científicas del feminismo posmoderno: “La izquierda posmoderna y sus guerreras feministas han logrado imponer la idea de que la jerarquía es una construcción social del malvado y corrupto patriarcado occidental. Sepultan la biología bajo su ideología. Niegan la naturaleza para culpar al varón. Es absurdo. Sus ideas no tienen base fáctica alguna”.

En la misma oportunidad, Peterson se cuestionaba por la difusión de estas ideas y por la manipulación conceptual que se hace en torno a la figura masculina como agresor potencial: “¿Por qué se difunde estas ideas sobre los hombres? […] El 95% de los delitos son cometidos por el 5% de la población. La mayoría de esos criminales actúa una o dos veces. Pero existe un pequeño segmento que actúa de forma serial. Depredadores sexuales. Pederastas. Psicópatas que dejan un reguero de víctimas. A partir de ahí, cualquiera puede convertir a todos los hombres en depredadores al manipular la definición de ´violencia sexual´”.

En el ámbito público local, podemos rastrear algunas de estas ideas posmodernas en la columna “Desde la acera de enfrente”, disponible en el sitio web de un matutino local desde noviembre de 2013. El examen estadístico del vocabulario en este conjunto textual permite evidenciar una sistemática representación tendenciosa y negativa del hombre en relación con el tema de la violencia. Así, al explorar las frecuencias de aparición de los vocablos “hombre/s” (259 veces) y “mujer/es” (1080 veces) resulta posible constatar que el término más frecuentemente asociado a “hombre/s” es el adjetivo “violento/s” (49% de las veces que se usa este vocablo), mientras que para el caso de “mujer/es” es el sustantivo “violencia” (54% de las veces que se usa este vocablo). Existe en estos escritos un tratamiento de la violencia distinto para cada sexo reflejado en el uso de estas categorías gramaticales, pues mientras que las mujeres son representadas como víctimas del hecho violento (sustantivo), los hombres son caracterizados (adjetivo) como los responsables del mismo:

“El Gobierno socapa la violencia contra las mujeres y mientras más poderoso es el hombre violento, mayor grado de impunidad tendrá, mayor grado de amparo, más relaciones que le permitan matar y violar a una mujer” (09/09/14); “[…] en la Ley 348 ya habíamos supuestamente avanzado a la comprensión de la violencia machista como una forma de violencia contra las mujeres […]” (14/06/17); “Al calor de nuestra lucha feminista, la primera operación que hemos hecho en radio Deseo, desafiando las leyes patriarcales de la presunción de inocencia, es dar el nombre, la edad, el lugar de trabajo del hombre violento […] Por cada mujer asesinada hay un asesino […] el hombre violento no es pues un ´psicópata enfermo mental´ ni un delincuente con cuchillo, sino que puede ser un parlamentario, un prestigioso abogado, un padre de familia o un empresario, y no únicamente un albañil” (16/09/15).

El discurso feminista posmoderno local utiliza, a manera de cliché, la idea de la violencia unidireccional “contra” las mujeres y, al representar al hombre como un ser violento, buscaría en su condición masculina la fuente de conductas incivilizadas e incluso criminales. Resulta interesante, en este sentido, mencionar el estudio sobre la violencia en parejas de jóvenes universitarios, realizado el año 2016 por los institutos de investigación IDIS e IETA de la UMSA.

La investigación, publicada en la revista “Temas Sociales” No. 40, expone que los jóvenes, tanto varones como mujeres, sufren agresiones de género en sus relaciones de pareja. Cuestionando el lugar común de la “unidireccionalidad” de la violencia el estudio señala, entre otros datos relevantes, la existencia del maltrato físico hacia los hombres jóvenes por parte de sus parejas: “A nivel de cada sexo, el 40,8% de los varones había sido agredido por su pareja, mientras que las mujeres agredidas constituían el 26,8% […] los hombres son quienes presentan el porcentaje más alto como víctimas de maltrato”.

En este marco, la reflexión crítica sobre las representaciones sesgadas de la condición masculina y sobre la “bi-direccionalidad” de la violencia, se hacen imprescindibles para evitar la constitución de discursos de odio que culpabilicen a las nuevas generaciones. En este sentido, corresponde a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, desde sus diferencias biológicas y culturales, la construcción de discursos renovados que expresen un nuevo humanismo en la búsqueda de una fecunda, respetuosa y solidaria convivencia social.

El autor es Lingüista.

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