A lo largo de la historia, la sociedad en Bolivia y el mundo ha estado siempre en permanente transformación. Pero durante los últimos 12 años los cambios han sido tremendamente profundos y, sobre todo, rápidos. Tanto que los soportes sobre los que se asentaba están tambaleando. Uno de estos pilares es el conjunto de valores que perfeccionan al hombre boliviano: los valores morales.
Por valores morales debemos entender el conjunto de creencias, costumbres y normas de una persona, que orientan su conducta. Componen la conciencia que una persona tiene sobre el bien y del mal. Por tanto, los valores morales inciden en las relaciones interpersonales y conforman la calidad de las mismas.
Los seres humanos nos vamos interiorizando de los valores morales en el núcleo familiar. En ese ámbito aprendemos respeto, tolerancia, honestidad, generosidad, responsabilidad, lealtad y perseverancia, entre otros. A medida que maduramos, comenzamos a asumir los valores sociales y a pensar en el respeto a nuestros semejantes.
Sin embargo, actualmente parece que este proceso se ha paralizado, ha dejado de funcionar. Nos encontramos con que estos valores han dejado de ser apreciados, pues ya no se los tiene en cuenta. Vivimos, sin duda, una crisis de valores, que genera una crisis social.
Sin una ética de valores adecuada, se nos hace difícil relacionarnos con otras personas, ya que los valores no sólo son una cuestión personal, sino que repercuten en todos los ámbitos de la sociedad. De esta manera, las crisis de valores personales constituyen un problema social, del cual derivan las acciones y conductas poco éticas que día a día vemos en nuestro entorno, en todo ámbito, especialmente en el político, donde escasea la moral, proliferan el insulto, la intimidación, la corrupción en el manejo de la cosa pública, el abuso de poder, las arbitrariedades, el servilismo, el transfugio. Los oportunismos campean en las organizaciones públicas dependientes del Estado.
La mayoría de la gente entiende que hay “crisis de valores”, por la ausencia de éstos; pero la situación actual no responde exactamente a su desaparición. Realmente lo que está ocurriendo es mucho peor. Los valores se están transformando y se los está cambiando a unos por otros, debido a las modificaciones que se están produciendo en la forma de relación entre las personas. Los valores tradicionales están siendo sustituidos.
En tal sentido, se promueve, de forma globalizada, corrientes de materialismo, creando una sociedad donde lo más importante es tener y en la que prevalece el consumismo, dejando a un lado el valor del ser humano y ofreciendo un ambiente altamente nocivo para cultivarlo. La otra cara de la moneda la forman aquellos que, dentro de la tensión social creada, viven con el conformismo, bastándoles el tener garantizada su supervivencia. Así, las relaciones interpersonales se vuelven superficiales, sin implicar algún tipo de compromiso, generando conductas antisociales basadas en una total ausencia de moral y, en algunos casos, incluso podríamos hablar de doble moral.
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