El gobierno pregona que ha construido el Estado real en comparación al “Estado aparente” o del pasado. Vale la pena ver hasta qué punto esta proclama, de preferencia del vicepresidente Álvaro García, es o no cierta. Para empezar, nadie duda que el contrabando y el narcotráfico son parte de “las siete plagas de Egipto” -metafóricamente hablando- que demeritan la imagen del país.
El contrabando es cada vez más boyante y le resta al Estado elevados montos anuales por impuestos defraudados. Entre sus aliados se encuentra la casi totalidad de las poblaciones fronterizas que, inclusive, actúan como fuerza de choque de los contrabandistas y en su haber cuenta el asalto a los recintos aduaneros fronterizos para liberar los transportes del ilícito. Este tráfico es anti-Estado en cualquier parte del mundo y se debiera ver las maneras de revertirlo, pero el “Estado real” es un mero observador.
El narcotráfico campea vencedor, mientras crece como una bola de nieve, acercándonos a los niveles escalofriantes de otros países donde reina esta calamidad social. La reciente intervención a un laboratorio que producía 150 kilos de cocaína por día -sin detenidos, como de costumbre- nos da idea de la magnitud de esta funesta actividad. En gran número sus agentes son diestros narcotraficantes extranjeros que circulan por las fronteras nacionales como si no existieran resguardos. Esto es parte del estrabismo del “Estado real”.
El Ministerio Público y la Justicia no tienen rivales en el número de denuncias contra sus miembros. También llueven las querellas, pero su esclarecimiento es lejano o imposible. La Justicia electiva y plurinacional hace aguas por los 4 costados y se llama “revolucionaria”. Aunque buena parte del problema radica en el voto como origen, se insiste en el procedimiento. Para colmo no coordina el Ministerio Público con la Policía y el crimen y la inseguridad ciudadana son el salario del día.
Aunque hay organismos encargados de preservar la riqueza forestal, la tala es intensiva y abarca miles de hectáreas provocando la desertificación del territorio, con efectos inmediatos sobre el cambio climático. Para muestra del desastre, Estudios de la Universidad de Helsinki, Finlandia, alertan que unas 46.000 hectáreas han sido pasto de la “narco-deforestación”, en gran magnitud en el Isiboro Sécure a la vuelta de 14 años. La carretera que se propone ejecutar el Gobierno por el corazón de la región junto al levantamiento de la intangibilidad de dicho Parque Natural, ahondará la brecha de los cultivos de coca. No hay reparo alguno de los amantes de la Madre Tierra ante el daño al medio ambiente y a la biodiversidad en los 11 años de su administración.
Los caminos a Yungas se ven erizados de “trancas” colocadas por pobladores de la zona, cobrando en metálico por permitir el paso; los turistas son sus víctimas favoritas. Los caminos del Altiplano no se diferencian en mucho de los anteriores. En el 2006 se nos aseguró que pronto Bolivia sería una Suiza; ha pasado el tiempo, mucho tiempo y sólo hemos visto incrementarse los problemas nacionales junto a una creciente corrupción, pero la ataraxia de los gobernantes pretende sugestionarnos con la eficiencia y escrupulosidad de un imaginario “Estado real”, por oposición al anterior “Estado ficticio y aparente”. Dejamos al inteligente lector la comparación de uno y otro Estado y convendrá que se nos miente. En fin, hay mucho por lamentar y todo espacio se hace corto si de analizar estos confines casi caóticos se trata.
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