Cuando las inclemencias del cambio climático se hacen presentes con fuerza en el país, salta a la vista la ausencia de previsiones adecuadas que debe tomar el Estado. El peligro latente de los eventos de la naturaleza en sus variadas manifestaciones, exige una tarea sostenida sobre todos los factores potenciales de desastres. Hablamos del control de cuencas, colocación y conservación de gaviones, limpieza de ríos y canalizaciones, etc.
Los primeros embates se presentaron en Tiquipaya y Tupiza. Expertos los atribuyeron a la deforestación y a asentamientos o viviendas construidas sin autorización municipal, o levantadas precariamente en orillas de ríos, en lo que la ley estima como aires de río, pertenecientes a las alcaldías, pero que extrañamente éstas toleran. Este hecho se vio confirmado en Tupiza y otras regiones. La necesidad obligó seguramente a sus ocupantes a buscar techo en dichas orillas, sin que por previsión del peligro las autoridades los ubiquen en lugares menos riesgosos.
En las ciudades y poblaciones menores, otro factor determinante de los derrumbes e inundación de viviendas son las conexiones clandestinas de alcantarillas y desagües, tomas de agua de igual naturaleza que, sumadas a la horadación de los suelos por las lluvias, terminan en desplomes de muros y casas con pérdidas de vidas, de bienes y enseres, como se acaba de ver. Pero no solo son causantes las personas sino que, por ejemplo, la mayoría de las bocas de tormenta de La Paz se encuentran taponadas. A este respecto se acusan la Alcaldía y EPSAS, mientras los vecinos esperan los desastres.
Haciendo punto aparte a lo anterior, los 9 departamentos del país sufren los rigores del actual temporal, tanto en el área urbana como en el campo. El Gobierno informa de alrededor de 15.000 familias afectadas y 308 viviendas dañadas. La pérdida de toda clase de productos agrícolas es enorme en todo el país, aunque los decesos humanos felizmente son aislados. Las familias damnificadas piden auxilio humanitario de agua, raciones secas, frazadas, colchones, carpas, etc.
Nuestro departamento es uno de los más afectados. Empezando de la ciudad de La Paz, el desborde de los ríos Achumani, Choqueyapu, Orkojahuira, Irpavi, y otros no han dejado de dejar su impacto en la zona sur y distintas regiones de nuestra intrincada geografía. Los casos verdaderamente exponenciales son Palca y Zongo. En la primera se trata de 309 familias damnificadas, 57 viviendas colapsadas y campos anegados. Zongo se encuentra incomunicado por vía terrestre y carente de luz eléctrica. Tanto el Altiplano, los Valles y el Norte de La Paz confrontan parecidas consecuencias. Las provincias más golpeadas deberían ser declaradas en situación de desastre, a fin de que las escasas posibilidades económicas de la gobernación sean subsidiadas por el Gobierno Nacional para atender las emergencias.
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