Recuerdo que hace muchos años un hombre del derecho, abogado, protestaba a más no poder cuando escuchaba a alguno de sus conocidos hablar sobre la gran posibilidad de viajar al país del norte o en todo caso al Reino Unido para radicar en ellos, buscando mejores perspectivas, particularmente económicas. Tal jurista espetaba entonces: “Cómo, pues, piensan irse a vivir a un país policiaco donde todo es vigilado con cámaras, aquí estamos felices, en libertad, sin necesidad de que la policía nos esté vigilando”. Demás está decir que casi todos aceptaban postura semejante: ¡NO a ser vigilados por cámaras que restan o quitan la intimidad a las personas!
Transcurridas ya un par de décadas o algo más desde esas conversaciones con dicho personaje, indudablemente los tiempos han cambiado, y ahora digamos que casi todo el mundo clama porque en tal o cual lugar sean instaladas dichas cámaras de seguridad, aunque ya hoy las tenemos como ojos silenciosos, espías, mirones indiscretos, o lo que fuere, en infinidad de sitios. Es más, se puede decir que ya falta poco para que uno de esos aparatos lo tenga hasta en su cocina, o su propio dormitorio. ¿Ya no se puede vivir sin cámaras de seguridad? ¿De veras son imprescindibles para gozar de una vida plena de seguridad y, por consiguiente, de tranquilidad y armonía?
Se decía que -por esos años de los 90- el Reino Unido y principalmente su capital Londres, era el sitio más vigilado con esa tecnología, algo que posteriormente se corroboró, cuando ya por el 2015 contaba con más de cuatro millones de cámaras de vigilancia de circuito cerrado de televisión, o sea una por cada 11 personas. Se puede afirmar que eso ya no es mucho porque actualmente el país más vigilado es China, que cuenta, nada más ni nada menos, con el mayor sistema de control por cámaras equipadas con inteligencia artificial, que alcanza al número de más de veinte millones de ese artefacto de última generación que fácilmente identifica el sexo de la persona, edad, color de piel, características de la ropa, y hasta rasgos únicos, siendo capaces de reconocer vehículos por marca, modelo, color, y saber si está siendo conducido o aparcado. Raúl Álvarez, mexicano que conoce mucho al respecto, llegó a calificar ese modo de vigilancia como “asombroso y aterrador”.
En nuestro país, según se conoce, con la donación de 570 cámaras por parte del gobierno chino, en el mes de noviembre de 2017, para fortalecer los centros de monitoreo en La Paz, Cochabamba, Santa Cruz, y El Alto, habría poco más de 2.325, ya que con dicha cooperación se incrementó el número hasta en un 30%, sin tomar en cuenta el rubro privado. Frente a tantos y tamaños hechos de inseguridad que hoy angustian a la población, con certeza que la mayor parte de ella exige la instalación de dicho intruso tecnológico en su barrio, y mejor aún en su propia calle y cerca de su casa. ¿Viene a constituirse en el único remedio para frenar y erradicar todo acto contrario a la ley? La respuesta es suya.
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