Cartas
Señor Director:
Hoy es común encontrar en las calles, al pasar por un parque o una escuela, a niños y hasta adultos usando celulares, para estar conectados mediante las redes sociales o simplemente jugar. Muchos escuchan música mediante sus audífonos y cada individuo está en su propio mundo, con el estilo de música que le llega a relajar, animar, entristecer, dependiendo de cómo quiere sentirse.
Es usual perderse en las aguas de la música. Es normal recordar experiencias de vida a través de algún tema musical. Es normal buscar refugio en la música, que puede ser como una vestimenta que nos cubre. Es como cuando estás a solas en un lugar y no te importa lo que pase a tu alrededor, simplemente existe la música para ti y a veces cantas a todo pulmón.
Y es que la música nos emociona, nos hace sentir amor, tristeza, alegría e incluso pasión. La sociedad es como un cuerpo humano, tiene varias partes y cada una de ellas tiene un rol específico. Y el recorrido que hace la música en el tejido de una comunidad es estimulante y contribuye a restaurar aquello que lo necesita.
Los sonidos de la música que nos gusta son como un alimento que nos nutre. Es normal responder positivamente al estímulo de una música armoniosa, sentir que algo ha cambiado y sentirse rehabilitado. La música te puede transformar, solamente tú decides qué tipo de melodía quieres oír y de qué manera quieres que te rehabilite.
La musicoterapia es más que un proceso de trabajo para rehabilitar a un paciente. No hay jerarquización respecto al músico terapeuta, sino que éste actúa como un igual y lo más valioso es el efecto que esto genera, es decir que el paciente no es más un “enfermo”, sino simplemente una persona que disfruta, aprendiendo.
La musicoterapia es un óptimo método para lograr una sensación de satisfacción plena, para aprender a valorarnos y expandir nuestras capacidades, de un modo sano.
Esta nueva modalidad de sanación nos demuestra que para superar penas o limitaciones no se requiere necesariamente un proceso doloroso e introspectivo extenso, sino uno que sea abierto, compartido, creativo y disfrutable. Gracias a sus logros aprendemos que las penas no son necesariamente el camino a la felicidad.
Silvia J. Zuleta Zambrana
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