El otro “21F”

El pasado miércoles 21 de febrero 2018, quienes habían votado contra una nueva reelección del actual mandatario boliviano, salieron en marcha en defensa de aquella decisión expresada en las urnas el año 2016.

El oficialismo, que bautizó como el “Día de la mentira” a la misma fecha, también marchó el 21 de febrero de este año.

De acuerdo con el primer mandatario, la asistencia de los seguidores del proceso de cambio fue mayor que la generada por los del NO. “El miércoles ganamos por goleada y en todos los departamentos a la derecha boliviana…”, dijo. Simultáneamente, los movimientos sociales lo proclamaron como su candidato a las elecciones del año 2019.

Para el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS), la marcha oficialista constituiría un referéndum sin urnas, que permitiría el acceso a una legítima tercera reelección.

En consecuencia, las elecciones de 2019 tienen un candidato oficial y discretas insinuaciones reflejadas en una encuesta de opinión que presentaba a Rubén Costas, Samuel Doria Medina y Luís Revilla, en este orden, como posibles candidatos visibles de la oposición.

El panorama político hoy está caracterizado por espacios definidos y no definidos. Es decir, el oficialismo tiene su candidato y tras él, organizaciones sindicales que, incluso, han copado direcciones campesinas y obreras, tal es el caso de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (Csutcb); Confederación Sindical de Comunidades Interculturales Originarias de Bolivia (Csciob); Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (Fstmb), Central Obrera Boliviana (COB), y varias siglas de movimientos sociales.

Sin lugar a dudas, las mencionadas organizaciones rurales, originarias y mineras forman un bloque de respaldo al candidato de gobierno y aunque surgen opiniones respecto a que el acompañante del líder del MAS debe ser un minero, no existirían obstáculos serios ni divisiones de envergadura, para el buscado objetivo de una tercera reelección.

Entretanto, la marcha recordatoria del 21F, a mi juicio, ocuparía junto con la oposición, la casilla de espacios indefinidos. La marcha del NO, reciente, congregó a una multitud considerable. Empero, ella, como dijeron sus organizadores, no pertenece a la oposición y está integrada por plataformas ciudadanas, grupos cívicos y descontentos individuales con el actual proceso político.

La afluencia de los marchistas en respaldo del NO 2016, por consiguiente, es una corriente de individuos sin partido, cívicos, que no apoyan, dicen, candidaturas residuales, sobrevivientes del colapso de partidos tradicionales ocurrido en octubre 2003. Esta es otra ventaja para el MAS.

Frente a la indudable organización partidaria y de clase del partido de gobierno -espacios definidos- existe objetivamente un espacio que por ser indefinido, sin liderazgo, sin partido, y nacido al calor de protestar contra la reelección presidencial, carece de fortaleza, de alternativa de poder.

Conocemos la candidatura oficial para 2019, pero, en absoluto, desconocemos cuál será el candidato contrario, que compita el año electoral 2019, factor que preocupa a la opinión pública nacional.

Mientras vuela el año 2018, aún no hay respuesta política, no hay identificación partidaria y no existe un liderazgo con capacidad de competir en las anunciadas elecciones 2019.

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