El destacado intelectual paceño Franz Tamayo sentenció: “el caudillo es su partido, y su partido es el país”. Esta referencia parece que en estos tiempos se hace realidad, pues el presidente del Estado Plurinacional al día siguiente del contundente paro, bloqueo y marchas cívicas, en rechazo a una nueva repostulación del presidente-candidato, declaró en una de las diarias concentraciones en el área rural: “El 21 de febrero el triunfo fue del MAS”. Hizo referencia a las concentraciones que organizó el oficialismo, para proclamar a su caudillo a una cuarta gestión de gobierno y con perspectiva de ser indefinida, tal como reza la sentencia del Tribunal Constitucional, desconociendo la voluntad del pueblo que en ejercicio de su soberanía en el referéndum convocado por el gobierno, el 21 de febrero de 2016, dijo mayoritariamente ¡NO!
Las concentraciones organizadas por el oficialismo reúnen gente en especial traída del área rural, como ya es costumbre de todos los gobiernos de turno, pues los “acarreados” perciben un estipendio, además que los empleados del Estado obligadamente deben asistir a tales concentraciones. Mientras que los vecinos respondieron libre y voluntariamente, sin que nadie les pague o los obligue.
Lo lamentable de la declaración del presidente, en la que además tacha de derechistas, racistas y otros adjetivos impropios, es que descalifica a la mayoría de la población boliviana que es crítica ante las políticas del gobierno, con lo que la sentencia de Tamayo se hace evidente, pues para el presidente del Estado Plurinacional el pueblo es su Conalcam.
El gran estadista y líder de la Revolución Nacional, Víctor Paz Estenssoro, en su último gobierno, apenas se posesionó en la alta investidura presidencial, renunció a la jefatura de su partido, el MNR, arguyendo que desde ese momento era presidente de todos los bolivianos y no solo de los de su partido o de los que hubiesen votado por él. Es que, ciertamente, el presidente de una sociedad organizada en Estado, lo es de todo el pueblo, de los que lo apoyan y de los que lo censuran, pues esa es la fórmula del sistema democrático en cuanto a la representación que tiene el primer mandatario elegido por la mayoría, no por todos, ya que mayorías y minorías hacen la voluntad popular o general.
El presidente candidato, que ejerce el poder hace tres periodos consecutivos, ha conservado su puesto sindical de presidente de las seis federaciones de productores de la hoja de coca del Chapare y, por supuesto, de presidente o jefe de su partido, el Movimiento Al Socialismo (MAS), y en consonancia con esa postura, a la población que no milita en su partido y no sigue sus políticas de gobierno, la trata de derechista, pro imperialista, etc.
Esa postura presidencial ha dividido a los bolivianos en dos corrientes, una de los que siguen al gobierno y otra de los que le critican, éstos últimos en un proceso de franco crecimiento, según las encuestas, pues el 65% de encuestados no tiene credibilidad sobre lo que dicen y hacen los gobernantes (encuestas para un matutino local).
Una receta de buen gobierno es procurar la simpatía de los gobernados, cualquiera sea su posición o criterio político, de tal manera de no polarizar las tendencias y sentimientos colectivos que podrían derivar en confrontación, pues no se puede pretender que todos sigan una determinada línea de gobierno o ideología si la hubiera, ya que los individuos por naturaleza tenemos tendencia a disentir, a tener nuestras propias opiniones y aun cuando seamos forzados físicamente, nadie puede ingresar en nuestro pensamiento íntimo.
La postura del presidente candidato, en sentido de que: “la derecha no volverá más al poder” (según declaración pública), es una postura antidemocrática, excluyente y discriminatoria ante quienes no piensan como él; resulta un anuncio de tendencia a la dictadura.
El autor es abogado y politólogo.
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