De forma habitual el Poder Legislativo, ahora denominado Órgano Legislativo Plurinacional, fue escenario de episodios bochornosos, pero en tiempos recientes viene mostrando ostensibles problemas internos, con hechos poco menos que alarmantes, nunca vistos con anterioridad y que mellan su dignidad.
En términos generales, en primer lugar, mostró escasa iniciativa para adoptar medidas legislativas y menos de fiscalización al Órgano Ejecutivo Plurinacional, como son sus atribuciones específicas. Pero, últimamente, se ha distinguido por ser escenario de escándalos internos, poco menos que increíbles, protagonizados ante la observación y crítica de la población, dando, por supuesto, como resultado final un creciente desprestigio de este organismo.
En esa tradición, no es de olvidar que en una oportunidad, ante un escándalo en la Cámara Baja, se produjo una poblada que produjo el desbande de los diputados y que el pueblo clausuró la entrada al Palacio Legislativo, clavando herrajes en sus puertas para que no vuelvan a abrirse.
Entre otros hechos se encuentran actos reprochables en sus dependencias, como el de un exfuncionario que escupió en la cara a otro o bien las denuncias sobre algunos representantes nacionales, que fueron acusados en sus distritos de cometer actos de corrupción y algunos delitos reñidos con las costumbres y la moral pública, acciones que merecieron la crítica de la opinión pública.
De tal magnitud fueron esos actos de inmoralidad que, en algunos casos, los denunciados fueron pasados a los organismos de defensa de la ética y luego expulsados del Parlamento, para sufrir condenas dictadas por la justicia ordinaria, siendo en algunos casos sancionados con veinte y treinta años de cárcel.
Pero el crédito del Órgano Legislativo Plurinacional descendió a un nivel de escándalo a partir del momento en que tres diputados fueron denunciados de violación de menores de edad (de sexo femenino), con diversos agravantes, determinando situaciones embarazosas para el Parlamento, pocas veces o nunca registrados antes.
Los escándalos del pasado eran siempre de carácter político y, por ello, eran superados con desprecio por la ironía popular, pero los que se producen al presente, son por denuncias contra la moral individual, lo cual deja mucho que desear, no solo en relación con casos particulares, sino que producen desprestigio y dejan malparado a todo el Estado Plurinacional, tanto a nivel nacional como internacional.
La cadena innombrable de hechos reñidos contra la ética y aun las costumbres consuetudinarias, debe ser motivo de la censura general, antes de que prolifere y adquiera carta de ciudadanía, como puede ocurrir debido al espíritu de indulgencia que reina entre miembros afines a las esferas oficialistas.
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