La caída de precios internacionales del gas ha determinado que nuestros ingresos disminuyan casi drásticamente y ello ha mostrado que hemos descuidado, irresponsablemente, inversiones nacionales y extranjeras con miras a no ser dependientes simplemente de las ventas de gas y minerales. Hoy, ante la falta de ingresos, el gobierno considera que es fácil reemplazar esta realidad con políticas de préstamos que nos otorguen organismos internacionales, la banca internacional y países amigos (China).
La creencia de que repuntarían prontamente las cotizaciones internacionales para petróleo, gas y minerales, ha dado lugar a que no demos mayor importancia a las inversiones en rubros de producción que reemplacen los ingresos que cubran nuestras necesidades y permitan, inclusive, la reposición a sus anteriores niveles del IDH con miras a favorecer a gobernaciones, municipios y universidades públicas que han visto reducidos sus presupuestos.
Dictada la Ley de Inversiones y la de Minería y Metalurgia hace más de tres años, se sigue esperando los reglamentos respectivos; pero lo más extraño es que, de tanto en tanto, surgen los “fantasmas” de posibles nacionalizaciones o estatizaciones que frenan cualquier intento nacional de invertir y que desalientan a capitales extranjeros porque ese tipo de “espada de Damocles” para nadie es garantía. En tantos años desde la aprobación de la Ley de Inversiones y de Minería, los países vecinos han recibido inversiones cuantiosas que han logrado el desarrollo de sus economías.
El gobierno, desde su inicio el año 2006, ha repetido muchas veces que aplicará “políticas de cambio” en el país; pero, lamentablemente, no cambia sus mensajes directos o no, al capital privado, a las políticas “imperialistas”, ni su manía de no tener en cuenta que el capital, más en el campo privado que en el público, se ha convertido en una necesidad imprescindible en el país. Las inversiones en el sector industrial que se ha impuesto el gobierno, casi en su generalidad han fracasado.
Si buscamos el desarrollo, si realmente queremos ser independientes y no depender de las exportaciones de materias primas, si buscamos crear riqueza y generar empleo, es preciso invertir en el desarrollo, pero hacerlo con la vigencia de garantías jurídicas serias y permanentes, que los inversionistas no trabajen ni vivan con la amenaza de cargas tributarias creadas al calor de simples necesidades o pensando en los peligros de estatizaciones o nacionalizaciones. El capital, privado o foráneo, requiere políticas muy serias y responsables por parte del país, sin ello es imposible que se anime a ingresar al país y planifique en qué, cómo y cuánto invertir. Si efectivamente se impondrá “políticas de cambio”, es preciso hacerlo ahora, pero con la responsabilidad y la seriedad necesarias.
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