Políticamente incorrecto
Al gobierno argentino no le alcanzan la cantidad ni la calidad de los servicios médicos que el sistema boliviano de salud pública puede ofrecer a sus ciudadanos en reciprocidad a los que los nacionales reciben en el país vecino.
Así lo hizo saber el canciller argentino, Jorge Faurie, a la prensa de su país. “Con eso no alcanza. Vamos a tener que discutir algo más amplio”, dijo el diplomático para quien el gobierno boliviano no ha tratado el caso con “fineza” sino más bien de una manera “poco feliz”.
“Primero, esto es una cosa para un diálogo más completo del que ha habido hasta el momento. Nosotros le planteamos por la nota (a la Cancillería boliviana), que le mandamos en octubre del año pasado, la idea de tener un mecanismo de reciprocidad, y ellos sólo nos contestaron en febrero con una nota que no tiene la ‘finesse’ que requiere este tipo de respuestas”, ha declarado Faurie.
La verdad es que, como seguramente supone el canciller argentino, el sistema público de Bolivia tampoco alcanza a los bolivianos. En los hechos, la decisión del gobierno argentino de pedir reciprocidad al boliviano ha dejado al desnudo la mezquina y dolorosa realidad en que se debate la salud pública en nuestro país.
El cuento de las cifras sobre la pobreza y la clase media, del “vivir bien” y de casi parecernos a Suiza se ha venido abajo con tan solo una mínima comparación con un país vecino. Y también ha quedado por los suelos la idea de que aquí se desarrolla una gesta épica a favor de los bolivianos. No por lo menos de todos. Tal vez de algunos que parecen estar acumulando, en estos largos años de “revolución democrática y cultural”, fortunas inconfesables.
También ha quedado al descubierto la improvisación con que son gestionadas las relaciones diplomáticas por parte del gobierno de Evo Morales.
La Argentina no es un país más para Bolivia. Es uno de los estados con los que los vínculos diplomáticos deberían tratarse con especial cuidado, habida cuenta de la cantidad de nacionales que viven allá, de que se trata de uno de los dos principales mercados para el principal producto de exportación nacional: el gas, del volumen de otros intercambios comerciales, de su vecindad y de los lazos históricos que unen a ambos países.
Pero no, como ha reprochado Faurie, el gobierno de Morales trató la solicitud argentina de reciprocidad en salud sin “fineza” y de forma “poco feliz”. Obviamente, aludió a la tardía y destemplada respuesta boliviana a la petición argentina: le decía a Buenos Aires que no se podía atender a los argentinos, que ya era bastante con atender a los bolivianos.
También fue destemplado el comunicado de respuesta al evidente malestar argentino. En él se dice en definitiva que Argentina no tenía razón en su demanda, que las autoridades de ese país mentían al señalar que habían solicitado un convenio en materia de salud y que prueba de que la razón asistía a la Cancillería boliviana era el que supuestamente el embajador argentino le había pedido disculpas por este impasse. La verdad es que el diplomático se refería a los insultos de internautas argentinos contra bolivianos, algo que no es responsabilidad del gobierno argentino.
Llegados a este punto, hay que decir que el surgimiento y resurgimiento de insultos xenófobos contra la colectividad boliviana en Argentina es otra grave consecuencia de la mala gestión del caso por parte del gobierno de Morales.
Son los expatriados que, ante el desamparo de las autoridades nacionales, buscan subsistir en el país vecino los que ahora -por falta de profesionalismo y de seriedad- no solamente corren el riesgo de quedarse sin la cobertura de salud sino también de ser objeto de denuestos por el solo hecho de ser bolivianos.
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