Fábulas para nuestros pequeños grandes amigos
Una tarde que el tigre saltaba por unos peñascos, tuvo la mala suerte de que una de sus patas quedase prisionera en-tre dos piedras. Como acertara a pasar por allí un caballo, el tigre le pidió con humildad que lo ayudase a librarse de tan peligrosa situación
–No, –respondió el caballo–; te conozco y sé que tu eres capaz de atacarme si te dejo libre.
–Te equivocas. Te juro que no lo haré. Por favor, sálvame.
–Así lo haré, pero te pido que no olvides tu juramento. Y diciendo estas palabras, el caballo levantó la piedra con gran esfuerzo y el puma quedó libre.
Siguieron juntos por un sendero, conversando amistosamente, hasta que en un lugar solitario, el tigre le dijo:
–Hace tres días que estoy sin comer y mi estómago no resiste más. Por fuerza tengo que comerte.
El caballo se sintió desilusionado.
–¿Y ese es el modo que tienes de agradecerme el favor? ¿Cómo puedes faltar tu juramento? Esto no puede ser. Te pido que recurramos a un juez.
En ese momento apareció un zorro y el caballo le gritó:
–Oiga, amigo, ¿quiere ser el juez en un problema surgido entre nosotros?
–Si, señor, –respondió el zorro– lo soy desde hace tiempo. Cuénteme cada uno de ustedes las razones que cree tener.
El tigre y el caballo explicaron su caso, y al terminar, el astuto zorro les indicó:
–No entiendo bien cómo sucedieron las co-sas. Para dar mi fallo, necesito que volvamos al lugar del hecho y reconstruyamos lo sucedido.
Se pusieron los tres en camino y llegados al lugar de los hechos el zorro ordenó al tigre que colocara su pata tal como la había tenido antes, al tiempo que indicaba al caballo que le colocase encima la pesada piedra.
Una vez que el tigre estuvo aprisionado, el zorro dio su fallo. –Mi opinión– dijo dirigiéndose al tigre – es que te corresponde quedarte así, preso, en castigo por no haber sabido cumplir la palabra empeñada ni agradecer los favores recibidos.
Pronunciada esta sentencia, se marcharon el zorro y el caballo, dejando al tigre prisionero, rugiendo de rabia y vergüenza.
Generalmente, el jaguar es conocido como tigre por los habitantes de las zonas tropicales de América.
Esta fábula es de autor anónimo y pertenece al folklore de América, en el cual el zorro figura siempre como un animal sumamente astuto y hábil para las intrigas.
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