Israel Camacho Monje
Es la pregunta que se hace el ciudadano común boliviano, que no comprende el porqué de la dejadez de nuestras autoridades gubernamentales, tanto del pasado como del presente, que en vez de resolver de inmediato los “graves problemas” que se les presentan, simplemente los dejan, para que sean resueltos por quiénes los sucedan en el poder. Es así como se perpetúa el círculo vicioso de nunca terminar.
Recordemos que el viceministro del Interior del último período gubernamental de Sánchez de Lozada (2002-2003), declaró: “Que no se podía permitir que al interior de los recintos penitenciarios, los padres de familia que habían sido sentenciados a penas carcelarias, compartan sus celdas con sus hijos menores de edad”. Y sugería -sin decir por qué- trasladarlos de inmediato a centros o internados de menores de edad. Lamentablemente, entonces todo quedó en nada porque los padres se opusieron a esa separación, arguyendo que “sus hijos los acompañaban para no romper el vínculo familiar”.
Pero para el ciudadano común, la declaración y sugerencia de dicho Viceministro fue una tácita confirmación de numerosas denuncias públicas, de que hijos e hijas menores de edad dentro de las cárceles eran víctimas inocentes y propicias a ser vejadas, tanto por progenitores como por otros reclusos.
Ese “grave problema” se volvió a repetir a finales de 2012, cuando públicamente se denunció que dentro de los recintos penitenciarios de nuestro país vivían 1.500 niños y niñas menores de edad, compartiendo celdas carcelarias con sus progenitores. Alarmante noticia que causó indignación ciudadana, y cuando se suponía que esa vez sí las autoridades gubernamentales pondrían las cosas en su debido lugar, sucedió lo impensable, esto es, las declaraciones de ciertas autoridades penitenciarias y que nos permitimos transcribir, no las partes importantes, sino las “necias”.
“Es muy difícil separar a los niños de sus progenitores y por ello se permite que los pequeños permanezcan en las penitenciarías junto a sus padres, que cumplen una condena o se encuentran con detención preventiva”.
“Nosotros que a diario vivimos la realidad de los padres e hijos, somos conscientes de lo importante que es que los chicos estén ahí, para que no se rompan los lazos familiares, porque una vez que se desvinculan de sus progenitores, presentan traumas psicológicos y trastornos emocionales, y eso repercute en el desarrollo psicosocial del niño”.
Y el ciudadano común advierte en tales declaraciones que no importan las violaciones que sufran menores inocentes, si al fin y al cabo se evita esa angustiante separación padres-hijos, y se logra a como dé lugar la “unión familiar”, supuestamente tan arraigada en Bolivia. ¿Qué lástima, verdad?
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