No hay en América Latina, en toda su historia, un régimen como el de Chávez-Maduro que en mayor grado hubiera atentado tanto contra el sistema democrático e institucional de su país, habiendo conformado ambos una dictadura en nombre de su invento del Socialismo del Siglo XXI, régimen al que todavía pretenden llamarlo democrático.
Viendo que la oposición tiene capacidad para elegir una Asamblea Legislativa de amplia mayoría contestaría al régimen, Nicolás Maduro y su gobierno han recurrido a los procedimientos más sinuosos, como la maniobra y el fraude, con la complicidad de los órganos institucionales copados y cooptados hace tiempo para facilitarle su perpetuación en el poder. No significa otra cosa que, para anular a la Asamblea Legislativa elegida por voto, hubieran creado una inconstitucional Asamblea Constituyente, dotada de plenos poderes, y al presente Maduro se encuentra embarcado en una nueva reelección -fraudulenta como las anteriores-, proceso adelantado y que pretendía hacerlo simultáneo con la elección legislativa nacional y a nivel de los estados, concejos y alcaldías. Empero renunció a tan avasallador proyecto, pero mantiene su propia reelección, acompañado de dos candidatos títeres e ilegítimos, en clave de dar apariencia de elección competitiva.
Por esto y mucho más el repudio a la dictadura se viene haciendo patente, pese a una represión inédita en el continente, cobrando la vida de 160 ciudadanos cansados del abuso de poder, bajas que lograron detener momentáneamente el masivo repudio popular. El trágico episodio reciente ha sido el asesinato del ex policía rebelde Oscar Pérez y sus compañeros de lucha, los que al verse rodeados decidieron entregarse, siendo pasados por las armas.
La juventud venezolana, digna heredera de la tradición libertadora de Simón Bolívar, ha marcado época con su valor y coraje al enfrentar en desigualdad de condiciones la represión del Ejército chavista, de la Guardia Nacional y de milicias irregulares a sueldo, que volcaron toda su saña contra el pueblo amotinado en las calles. El saldo de heridos y detenidos cuenta cientos, muchos sometidos a la justicia militar y casi en su totalidad víctimas de tortura, como se ha denunciado ante la Justicia Penal Internacional. Los líderes opositores o guardan prisión o sufren una implacable persecución. No existe forma ni figura del debido proceso y el autoritarismo campea en medio del amordazamiento general, cercenada la libertad de prensa.
Amén de la escasez de alimentos, medicinas y vituallas de subsistencia para una población sumida en un índice de 64% de desnutrición, además de estar envuelta en una inflación de 2.700%, a diciembre del pasado año y que día a día se incrementa. Desoladora realidad para uno de los países más ricos en hidrocarburos del mundo y que sus ingresos dependen en un 90% de ese recurso.
Este es el denominador común de los gobiernos populistas que se valen de la democracia para escalar el poder, burlarla y convertirse en los hechos en monarquías perpetuas. El motivo, ocultar la asombrosa corrupción a la que han conducido junto a sus crímenes. Viendo la impostura oficialista en Venezuela, en lo particular nos toca recordar el dicho popular: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
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