Está comprobado que la violencia contra la mujer, especialmente ejercida por su pareja, sumándose la violencia sexual, constituye un grave problema de salud pública y una violación a los derechos humanos femeninos.
Naciones Unidas define la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, tanto si se producen en la vida pública como en la privada”.
Entre los factores asociados a un mayor riesgo de ser víctima de la pareja o de violencia sexual figura un bajo nivel de instrucción de la mujer, el hecho de haber estado expuesta a escenas de violencia entre los progenitores, el maltrato durante la infancia, actitudes de aceptación de la violencia y las desigualdades de género, el uso nocivo del alcohol, y las desigualdades de género.
La violencia de pareja se refiere al comportamiento de la pareja o ex pareja que causa daño físico, sexual o psicológico, incluidas la agresión física, la coacción sexual, el maltrato psicológico.
La violencia sexual es cualquier acto sexual, la tentativa de consumarlo u otro acto dirigido contra la sexualidad de una persona mediante coacción por otra.
La violencia de pareja y la violencia sexual son perpetradas en su mayoría por hombres contra mujeres y niñas. El abuso sexual infantil afecta a niños y niñas.
Los factores de riesgo de violencia de pareja y violencia sexual son de carácter individual, familiar, comunitario y social.
Otros factores que dan lugar a la violencia contra la mujer son: el bajo nivel de instrucción, la exposición al maltrato infantil (autores y víctimas); la experiencia de violencia familiar (autores y víctimas); el trastorno de personalidad antisocial (autores); el uso nocivo del alcohol (autores y víctimas); el hecho de tener muchas parejas o de inspirar sospechas de infidelidad en la pareja (autores); los antecedentes de violencia (autores y víctimas);la discordia e insatisfacción marital (autores y víctimas); las dificultades de comunicación entre los miembros de la pareja; la creencia en el honor de la familia y la pureza sexual; las ideologías que consagran los privilegios sexuales del hombre.
Los niños que crecen en familias en las que hay violencia pueden sufrir diversos trastornos conductuales y emocionales. Estos trastornos pueden asociarse también a la comisión o el padecimiento de actos de violencia en fases posteriores de su vida.
La violencia de pareja también se la ha asociado a mayores tasas de mortalidad y morbilidad en los menores.
Los costos sociales y económicos de este problema son enormes y repercuten en toda la sociedad. Las mujeres pueden llegar a encontrarse aisladas e incapacitadas para trabajar, perder su sueldo, dejar de participar en actividades cotidianas y ver menguadas sus fuerzas para cuidar de sí mismas y de sus hijos.
Para propiciar cambios duraderos, es importante que se promulgue leyes y se formule políticas que protejan a la mujer; combatan la discriminación de la mujer; fomenten la igualdad de género; y ayuden a adoptar normas culturales más pacíficas.
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