Colombia
Pasca (Colombia).- Son solo dos hectáreas de tierra en las fértiles montañas del municipio colombiano de Pasca, a dos horas de Bogotá, conseguir su propiedad supone para las mujeres campesinas que ahora las trabajan “hablar con autoridad”.
“Pienso que cuando uno es propietario tiene un poquito más de autoridad (...) Yo quiero ese empoderamiento para la mujer”, afirmó la campesina y lideresa Emilce Benavides.
La Agencia Nacional de Tierras (ANT) entregó este martes dos hectáreas a cada una de las treinta mujeres que emprendieron juntas en 2010 un arduo camino para solicitar las tierras, lleno de obstáculos burocráticos y de dificultades de convivencia.
PROPIEDAD
Finalmente se cumplieron sus expectativas y a partir de ahora disponen de un terreno de su propiedad además de una ayuda de 8 millones de pesos (más de 2.800 dólares) en herramientas, semillas y abono para arrancar su proyecto.
Aracely Lanza, una de las beneficiarias, se cambió las botas de trabajo por unos zapatos de tacón negros para celebrar la entrega de las tierras.
“Se siente satisfacción después de este proceso tan largo y con tanto obstáculo”, reconoció a Efe.
Todas explican que la artífice del éxito es, sin lugar a dudas, Benavides, quien fue incapaz de quedarse quieta durante el acto de entrega.
Se prestó a ayudar a organizar el almuerzo, el evento y a la gente, cuando no la abrumaban los saludos y atenciones que le dedicaban todos los asistentes.
JORNADAS LABORALES
Solo paró su actividad cuando llegó el turno de su discurso: “Conociendo la labor de la mujer campesina, quien ofrece fuerza, espíritu y conocimiento al surco, y además atiende a la familia en jornadas laborales de más de 18 horas, esta entrega es una compensación a su esfuerzo”.
Benavides explicó que buscó puerta a puerta a las treinta campesinas que acabaron conformando el proyecto, y las buscó “obreras, mujeres, que no tuvieran ningún tipo de propiedad y que fueran bien necesitadas”.
El director de la ANT, Miguel Samper, se desplazó hasta el municipio para adjudicar personalmente los terrenos, un total de 60 hectáreas repartidas en dos predios.
Samper describió el acto como una “celebración” anticipada del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo.
MEDIOAMBIENTE
“Esto no es un regalo, se lo ganaron ellas a pulso (...) Les entregamos las llaves a su futuro. La tierra sirve para proteger el medioambiente, generar oportunidades, dar vivienda”, afirmó Samper.
Las palabras del director de la ANT cobran el peso de la realidad cuando Gloria Soto, otra de las beneficiarias, explicó que la mayoría de las mujeres debían «alquilarse» y trabajar como recolectoras en tierras ajenas por un jornal de 30.000 pesos al día (unos 10 dólares).
«Ya puedo trabajar en lo mío. (...) Es una forma de que tengamos lo propio. ¡Hasta podemos generar empleo!», exclamó Soto.
PLANTACIONES
Las mujeres tienen previsto plantar mora, arveja y papa criolla en sus terrenos y tienen la idea de montar una asociación para comercializar sus productos en conjunto.
Benavides lo justificó así: “Tenemos que estar unidas. La idea de la asociación es que haya una organización” que lleve a las campesinas a estar “pendientes de darle cumplimiento a un grupo”.
“Yo quiero que no sea solo sembrar y ya. Hay que cuidar el medioambiente y quiero que trabajemos en armonía con la naturaleza”, agregó la lideresa.
Con este propósito, las mujeres recibieron formación por parte del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) para estudiar cómo cultivar de manera ecológica.
INTERMEDIARIOS
Otra ventaja de asociarse es eliminar los intermediarios que interceden entre el campo y los puntos de venta en los núcleos urbanos y que son los que “se quedan con la mayor parte del dinero”, según Aracely Lanza.
El pasado de muchas de estas mujeres no solo estuvo marcado por la precariedad sino que también las afectó el conflicto armado colombiano.
“Aquí teníamos fama de zona roja en los años noventa por las tomas de varios pueblos (que hicieron las FARC)”, explicó Soto, quien considera “indispensable” para la construcción de la paz que la tierra esté en manos de los campesinos, “y más si son víctimas” del conflicto.
“Perdóneme lo dura que voy a ser: las personas que no quieren la paz es porque nunca han estado en medio de las confrontaciones”, opinó.
Su conclusión después de tantos años de dificultades, que finalmente empiezan a disiparse gracias a las dos hectáreas que ahora posee, es clara: «Si usted no está organizada, no hay nada. ¿Qué tenemos que hacer? Organizarnos». (EFE)
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