Bolivia, pequeña, pacifista y con una economía en crecimiento sobre la base de la exportación del gas, ve con impotencia la monstruosa y acelerada carrera armamentista, alentada por quienes siempre han pretendido mantener su predominio militar, con fines ofensivos. Un despropósito que amenaza seriamente a la paz del continente sudamericano.
Bolivia no tiene la capacidad bélica como para solucionar sus problemas, de carácter internacional, mediante la fuerza. De ninguna manera. Pero tampoco está en la misma situación de cuando fue agredida e invadida por fuerzas externas. Los tiempos han cambiado, los hombres también y los ideales de Patria se han remozado, de manera inevitable.
Bolivia, por lo visto, no tuvo otra alternativa que recurrir a los estrados de la justicia internacional, a fin de dirimir sus problemas contenciosos, con uno de sus vecinos, con quien comparte una frontera común. Lo hizo con la fe inquebrantable puesta en ella. Con la creencia, asimismo, de que su veredicto será justiciero. Con la esperanza de que su clamor será debidamente escuchado. Y que a partir de ese hecho se impondría una nueva etapa de convivencia bilateral.
Nuestras nuevas generaciones surgen hermanadas, hoy, con sus similares de otros países, mediante el novedoso avance de la ciencia y la tecnología, al alcance de todos. Las apreciaciones y las actitudes de naturaleza cavernícola ya no tienen cabida en la mentalidad de aquellas, ni las circunstancias políticas se prestan para tales propósitos. Adquirieron una opinión propia, que difiere mucho de sus ascendientes. En consecuencia, la gente joven puede entenderse en temas específicos mediante la comunicación virtual.
El presidente Hugo Banzer Suárez, en la década del 70 del siglo pasado, logró apaciguar a su homólogo Augusto Pinochet, a fin de abordar el tema marítimo, cuyos objetivos, de mucha importancia para ambos países, se inscribieron en las páginas de la historia, debidamente. Hizo prevalecer la reivindicación marítima y, de tal modo, el tema hizo conciencia en el seno de la comunidad internacional.
“El siguiente eslabón de esta cadena de errores políticos y diplomáticos fue la rendición de Charaña. Una combinación de ignorancia, mediocridad y prepotencia produjo ese resultado. El Presidente de Bolivia echó al canasto de la basura los trece años más útiles en nuestro incesante afán de arrancar a Chile una salida soberana al mar. En la hora más crítica de la historia de Chile, con estado de guerra interna declarada, tenía que ser el Gral. Banzer el que saliera en defensa de Chile. No cabía abyección mayor”, decían sus detractores (1).
Pero lo hecho por el general Banzer es un argumento válido hoy. La izquierda lo combatía férreamente entonces.
Sólo el peruano Juan Velasco Alvarado hizo temblar, en la década del 60, del siglo pasado, a su adversario araucano. Pues se había armado hasta los dientes para que su país sea respetado en el contexto sudamericano. Fue depuesto por quienes no compartían sus ideales.
Los poderosos creen que con improperios y amenazas pueden doblegar a quienes claman justicia. Piensan que el poder económico lo puede hacer todo. En este marco inventan, inclusive, historias. Y envían mensajes subliminales.
En suma: Bolivia con fe en la justicia logrará los objetivos que se ha trazado.
(1).- Walter Guevara Arze: “Radiografía de la negociación con Chile”. Cochabamba, Bolivia, 1978. Págs. 12, 16 y 19.
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