El papa Francisco, siempre oportuno y consciente de los problemas que aquejan al ser humano, en una reciente homilía se refirió a la urgencia de vencer la desconfianza, que es causa de la apatía y la indiferencia ante los graves problemas que aquejan a la humanidad. Dijo que “al conocer cada uno las dificultades que tiene que enfrentar y frente a los problemas que se debe encarar, hay personas que aprovechándose del dolor y la incertidumbre lo único que saben es sembrar desconfianza”. Parafraseando a Teresa de Calcuta, manifestó: “el fruto de la fe es la caridad”; pero, agregó, “el fruto de la desconfianza es la apatía y la resignación que cauterizan y paralizan el alma del pueblo creyente”.
Pidió Francisco “plantarse ante la mirada altanera, el comentario fugaz y desaprensivo de querer controlarlo todo, saberlo todo, devastar todo”. Pidió detenerse ante la actitud de fomentar sentimientos estériles que brotan de la auto-compasión. Pidió plantarse ante la vacuidad de lo instantáneo, momentáneo y fugaz que priva de las raíces. Pidió mirar “el rostro interpelante de nuestros niños y jóvenes cargados de futuro” y los calificó de “botes vivientes del amor y de la vida que siempre se abren paso en medio de nuestros cálculos mezquinos y egoístas”. En referencia a los ancianos, dijo: “Rostros que en su vulnerabilidad y en el servicio nos recuerdan que el valor de cada persona no puede ser jamás reducido a una cuestión de cálculo o utilidad”.
El inicio del Tiempo de Cuaresma sirvió para que el Papa toque puntos vulnerables de la vida y muestre las condiciones en que se encuentran los diferentes estratos de la humanidad; pero incidió, muy especialmente, en que la caridad de todos y el importar todos debe ser condición del ser humano; esto querría decir que no caben los egoísmos y las indiferencias con quienes carecen de todo o sufren diversos males físicos o morales. Cada una de sus palabras encierra mensajes para quienes pudiendo hacerlo, no ayudan a los que necesitan del calor y solidaridad, con miras a aliviar el sufrimiento.
El papa Francisco, en cada una de sus intervenciones muestra preocupación por la humanidad y es así como ha condenado en diversas oportunidades al armamentismo, al hedonismo y al deseo nunca satisfecho de mayor poder y enriquecimiento que ciega a muchos, que los hace olvidar virtudes que no tienen campo para hacerse valores y principios; condena la falta de austeridad por parte de los que poseen mucho y no entienden que muchos no pueden sobrevivir a la pobreza y carencia de lo más necesario, que son quienes padecen hambre, enfermedades y necesidades extremas. Considera que la Iglesia está al servicio del hombre y que no puede rehuir a esa misión porque es parte válida de los mensajes evangélicos que Cristo proclamó e inculcó con su prédica y práctica a sus seguidores.
“Cuando la Iglesia deje de predicar amor, concordia y caridad entre los hombres, habrá dejado su cristianismo”, dijo alguna vez, para mostrar que el amor es cimiento de las libertades y la justicia.
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