II
Hace 40 mil años el lago Minchin, de casi diez mil kilómetros cuadrados, se fue marchitando lentamente, palideciendo y arrugándose, dejando en su evaporación islotes, calzadas de luz y arcos de Keñua y coral. Torres de vigías y atalayas, balcones de lava ácida y fumarolas en un paisaje exótico, pero copioso en recursos naturales. El tiempo dejó a su paso los sistemas de Poopó, Coipasa, Chiguana, Empexa, Laguani, Ollague y Chiguana que como un racimo de nubes terrestres y saladas, envuelven la frontera boliviano-chilena. La mayor parte en suelo boliviano. Parajes remotos del territorio como Llipillipi, Río Grande, Challviri, Capina, Cachi-Laguna, Collpa-Laguna, Pastos Grandes y Laguani, en San Martín, la provincia Ladislao Cabrera, guardan en su suelo 30 millones de toneladas certificadas de ulexita, recurso evaporítico que se podría considerar estratégico para el desarrollo de un Estado.
La piedra televisión (ulexita) está al alcance de la mano para su explotación a cielo abierto. Desdeñada por la gerencia boliviana de recursos evaporíticos, es aprovechada discretamente por la compañía boliviana Tierra S.A., con “barras” (horizontes explotables) de hasta 2 metros de espesor. De la ulexita se obtiene boro, sodio, calcio, potasio, aluminio, magnesio y hierro, además de litio y que combinados entre sí y con otras sustancias resultan en valiosos compuestos como el bórax anhidro y el bórax pentahidratado, un químico sumamente apreciado y cuyo precio en el mercado internacional fluctúa a lo largo del año entre un mínimo de US$ 1.250 y un máximo de US$ 1.600 por tonelada.
Recuperadas las 46 concesiones mineras (50.000 hectáreas que en su mayoría son inactivas); adoptado el litio como el nuevo “oro negro” del Estado boliviano; inhabilitados argentinos y chilenos sin provisión de agua para incrementar sus propias industrias de litio; seleccionada la empresa para la construcción de la planta industrial del Cloruro de Potasio en Bolivia (300 dólares la tonelada métrica), la olvidada Ulexita se convierte en un valioso recurso alternativo para la negociación marítima. El proyecto estaría financiado por ambos estados. El impulso chileno radicaría en convencer a los empresarios de Quiborax S.A. (querellada hoy con Bolivia) de capitales locales, que ya posee un planta a 69 Km de Arica que explota las reservas del salar de Suriré, para mejorar sus instalaciones como base para una planta más grande y avanzada, en participar en el acuerdo.
El empeño boliviano sería, además de la provisión del recurso natural, con extensos y ricos yacimientos cercanos a la frontera, el abastecimiento de gas y agua. Todas las reservas y las empresas productoras de ulexita: Socoming (encubierta de Minera Río Grande) Barrero y otras, serían declaradas estratégicas tan pronto sea posible, y el litio aun de muy baja ley, separado previamente del compuesto con el fin de respetar el patrimonio nacional. Inteligentemente explotado; aun sin gran contundencia solo en meses sin lluvia, se llegaría a exportar algo más de medio millón de toneladas al año, que representan solo las exportaciones de bórax de los EEUU. Los beneficios como los gastos serían compartidos.
Las utilidades excederían a los 200 millones de dólares por año y por “socio”. Si el acuerdo fuere a justas mitades. Un “negocio compensatorio” nada despreciable, que adjunto a la provisión controlada de gas y riquezas hídricas, haría de este nuevo condimento de la negociación una iniciativa muy seductora. El precio de 6 dólares por kilo de bórax, al menudeo, en el mercado internacional, podría actuar de fermento para seducir los intereses del Estado chileno y harían sin duda del concordato, una entidad con horizontes muy prometedores.
Por ahora, Santiago prefiere no percatarse de que los conceptos de enclave, corredor, paso libre, puerto libre y dominio sin soberanía absoluta (militarizada) o con soberanía tripartita desmilitarizada, forman parte del derecho internacional que los países pueden acordar sin menoscabar los derechos de sus vecinos. Con suerte el próximo fallo de la Corte Internacional de Justicia en La Haya, las próximas y sesudas gestiones de la diplomacia boliviana en toda el área de influencia y el entusiasmo de la comunidad internacional por resolver un pesado diferendo, que ya es centenario, podrían hacerle cambiar de opinión.
El autor es médico estudioso en temas históricos y diplomáticos.
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