Fábulas para nuestros pequeños grandes amigos
Jean Pierre Claris de Florian
Una gallina muy joven,
cacareando y corriendo,
sin saber cómo, se halló
lejos de su gallinero.
Conociendo que era tarde,
volvía con mucho miedo,
cuando hete aquí que tropieza
con un zorro de los viejos,
y empieza a temblar, que no era
el encuentro para menos;
pero llegándose el zorro,
le dijo así muy atento:
–Señorita: no me admiro
que me tengáis tanto miedo,
cuando veis las picardías
de todos mis compañeros:
yo mudar su inclinación
enteramente no puedo,
pero podré remediaros
con mis prudentes consejos.
Con este fin, iba ahora
de prisa al asilo vuestro
a preveniros que corre
cierta voz en nuestro pueblo
de que un zorro, tan valiente
como sagaz y perverso,
a medianoche ha pensado
con sigilo sorprenderos.
Y como yo defender
vuestra inocencia deseo,
vengo a velar entretanto
que estéis vosotras durmiendo.–
La crédula gallinita
dijo entre sí: “Según veo
éste es un zorro de bien”;
y llevóle al gallinero.
Pero no bien llegó a verse
el astuto animalejo
entre la tímida turba
de gallinas y polluelos,
cuando, esgrimiendo los dientes,
ésta tomo, aquella dejo,
hizo la carnicería
mayor que vieron los tiempos.
Esta fábula nos dice cuánto guardarnos debemos de los consejos astutos de todo hipócrita viejo.
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