Medida que provoca hacinamiento
• Siete de cada 10 personas privadas de libertad purgan condena sin sentencia, aguardan por años que la justicia defina si son inocentes o culpables
Javier acaba de cumplir 24 años y lleva más de dos años en la cárcel. Fue aprehendido por sustraer dos celulares, un delito de bagatela que la fiscalía tipificó como robo agravado, y cumple detención preventiva desde diciembre de 2015.
Muy cerca de él otro preso con detención preventiva asintió con la cabeza. No quiere dar su nombre porque “toman represalias, peor si eres extranjero”. En el sector de “población”, en el primer patio de la cárcel de San Pedro, hay muchos ojos y oídos atentos a lo que hacen o dicen las visitas. Por eso el diálogo se realizó en voz baja. Un tercer preso advirtió “lo que se diga aquí, es confidencial”.
MAYORÍA SIN SENTENCIA
La visita a la cárcel permitió confirmar lo ya conocido. Siete de cada 10 personas privadas de libertad purgan condena sin sentencia, aguardan por años en detención preventiva que la justicia defina si son inocentes o culpables.
El 2017 una coalición de instituciones de la sociedad civil presentó ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) un informe sobre la situación de los derechos humanos y el acceso a la justicia de la población privada de libertad que denuncia el uso excesivo de la detención preventiva, el primer eslabón del hacinamiento carcelario y la retardación de justicia, serios obstáculos para el debido proceso en el sistema penal boliviano.
A marzo del 2018, la situación no ha cambiado.
“Existen 18 mil personas privadas de libertad en recintos penitenciarios con capacidad para cinco mil, 270% más de lo que pueden soportar precarias estructuras, en los juzgados hay cientos de miles de expedientes que representan el 70% de mora procesal”, detalló Susana Saavedra, directora de la Fundación Construir.
PROBLEMAS ESTRUCTURALES
Según Saavedra, detrás de estas cifras se esconden los problemas estructurales de la administración de justicia, como “la falta de independencia, las restricciones presupuestarias pues el Tesoro General de la Nación (TGN) destina menos del 1% del presupuesto general a justicia, el Estado ha reformado las normas, pero no ha transformado las instituciones, menos del 50% de las regiones del país tiene asientos judiciales y fiscales, cuando la gente demanda justicia se da una respuesta de mano dura contradiciendo reformas penales de corte garantista”.
Hace cinco años, Rosario Baptista, abogada penalista, irrumpió en las cárceles de La Paz para realizar un estudio sobre prisión preventiva y derechos humanos, y se topó con hallazgos impactantes.
Tajante y conclusiva afirmó que lo que detectó hace cinco años no ha cambiado a la fecha. “Muchos están resignados a la idea de que nunca van a salir de la cárcel aunque sean inocentes, la corrupción condena a gente inocente (Â…) es un sistema altamente corrupto en el que los delitos tienen precio”.
Baptista dejó de litigar porque “creo que hemos perdido la batalla ética contra el sistema”. En su opinión se renuevan una y otra vez los mecanismos para perpetuar la injusticia. El indulto, por ejemplo, tiene como condición acogerse a un proceso abreviado “que no significa otra cosa que reconocer haber cometido un delito, inculparse para salir de la cárcel porque si pretenden demostrar su inocencia es posible que fracasen en el intento”.
Fue categórica al afirmar que la prisión preventiva es la punta de un iceberg sostenido en la base por todos los factores que vulneran el debido proceso y que infringen el derecho a ciertas garantías mínimas para asegurar un resultado justo y equitativo.
EXCLUSIÓN Y DISCRIMINACIÓN
Adolescentes, jóvenes, indígenas y mujeres sufren con mayor rigor los obstáculos para el acceso a la justicia y son víctimas de exclusión y discriminación en el sistema penitenciario. Los factores de vulnerabilidad se acrecientan porque además de su condición de género, generacional o étnica, enfrentan una situación de pobreza.
En el caso de las mujeres, la mayoría son jefas de hogar, pero cuando son privadas de libertad el mundo que intentaron sostener aun desafiando la ley se desmorona en un abrir y cerrar de ojos.
Aseguró que tras varios años de trabajo no le queda duda que “los tribunales y las cárceles amplifican las inequidades de género”.
De los 61 recintos carcelarios existentes en el país, ocho son habitados por mujeres, pero sólo cuatro fueron construidos exclusivamente para albergar a población femenina, dos son estructuras adaptadas para la convivencia mixta.
El hacinamiento también afecta a las mujeres privadas de libertad, pero su mayor preocupación es la situación de sus hijos e hijas que comparten el encierro con ellas, un problema que en opinión de Quiroga “no se resolverá sacándolos de las cárceles, sino con medidas para que sus madres no ingresen en privación de libertad, más aún por delitos de escasa relevancia social”.
CORRUPCIÓN Y PRISIÓN PREVENTIVA
La Defensoría del Pueblo precisó en 2012 que la recurrente amenaza de separar a las mujeres privadas de libertad de sus hijos representa “una forma de tortura”. Y desde la práctica cotidiana, la abogada Arleti Tordoya del equipo jurídico de Mujeres Creando en Santa Cruz, aseguró que el impacto del encarcelamiento en la vida de las internas y sus familias no es tomado en cuenta cuando se ordena su detención preventiva o se incurre en retardación de justicia.
Aún más, aseguró que la prisión preventiva “criminaliza doblemente a las mujeres porque es un resorte de la corrupción del sistema, las mandan a la cárcel y las extorsionan, como no pueden pagar quedan atrapadas en la retardación de justicia”.
El Mapa Socio Jurídico de Mujeres Privadas de Libertad brinda datos sobre los múltiples problemas que enfrentan y, entre otros, menciona que el alto porcentaje (90%) de trabajo por cuenta propia terminará jugando en su contra debido a que la estabilidad laboral es uno de los requisitos para demostrar arraigo y desvirtuar el peligro de fuga.
Otro de los factores que las hace más vulnerables a la detención preventiva es que no cuentan con documentos de propiedad o contratos de arrendamiento de un inmueble, o no pueden demostrar una familia constituida porque son madres solteras, divorciadas o viudas. El sistema no perdona, muchas mujeres embarazadas y con lactantes no se benefician de la prisión domiciliaria.
DELINCUENCIA JUVENIL
En más de una década de trabajo en Bolivia, Roberto Simoncelly fue testigo de importantes cambios en el sistema que sanciona los delitos juveniles. Dirige ProgettoMondo Mlal y conoce de cerca los avances y retrocesos del sistema penal y aunque considera que el Código Niño, Niña, Adolescente es una de las reformas más progresistas, no sólo de Bolivia sino del mundo, ya no le queda duda que los avances normativos se han estancado porque persiste una tendencia a utilizar la prisión como el primer recurso para encarar los problemas derivados de la delincuencia juvenil.
Las cifras muestran que la prisión preventiva juvenil ha disminuido al 45% a nivel nacional, pero este promedio global oculta otras realidades locales. En La Paz, por ejemplo, sólo el 20% de los adolescentes tiene sentencia, el 80% cumple detención preventiva, en muchos casos por más de dos años cuando la ley establece un periodo máximo de seis meses.
Para Simoncelly la detención preventiva “conlleva un problema de trato degradante e inhumano” que sólo se explica por la “falta de formación de las autoridades de justicia para adolescentes que no sólo desconocen completamente las normas, sino que están incurriendo en incumplimiento de deberes”.
Medida excepcional
“La detención preventiva es una medida excepcional que se está aplicando como regla general” afirmó Simoncelly y, en su criterio, esto también se debe a que “como sociedad somos fuertemente punitivos y tenemos interiorizado adentro de nosotros el sentido de justicia como si fuera un sentimiento exclusivo de venganza”.
La prisión preventiva es un espejo de lo que pensamos como sociedad, “por eso no nos escandaliza, porque en nuestra mentalidad punitiva penamos que más cárcel nos garantiza más seguridad” puntualizó.
Y no titubeó al afirmar que esa expectativa está totalmente alejada de la realidad. “Más cárcel, genera más inseguridad” afirmó, y recordó la frase que se hizo popular en la Gran Bretaña de Margaret Tatcher: “las cárceles son sistemas muy costosos para convertir gente mala en gente peor”.
La disyuntiva entre justicia o venganza no despeja los temores de la gente y, al contrario, suele servir de excusa a los administradores de justicia que en teoría saben que la regla general que se deriva de la presunción de inocencia es que para que alguien pueda ser privado de libertad se requiere una sentencia condenatoria en su contra.
Portada de HOY |
1 Dólar: | 6.96 Bs. |
1 Euro: | 8.49 Bs. |
1 UFV: | 2.24950 Bs. |